Vea pues veci, miles de habitantes de la capital, con motivo de las festividades navideñas optaron por salir de la ciudad con destino a otros municipios del país y para hacerlo transitaron las vías del trayecto que comunica con las rutas que conducen a las poblaciones vacacionales.
En estos días de diciembre y especialmente para los festejos de Navidad y Año Nuevo, que son eminentemente familiares, se potencian con el calor del los tragos las agresiones entre amigos y familiares, florecen viejos rencores y se recuerdan antiguas afrentas. Lo triste de la situación es que el género femenino, en la mayoría de los casos, se convierte en blanco perfecto de las agresiones.
La defensa y protección del mar, especialmente del Caribe, tiene carácter prioritario.
Me siento afortunada de poder escribir justo hoy, un día que el que consciente colectivo se une en torno a vivir una noche con la familia y los amigos. Este tiempo decembrino ha cambiado mucho. El consumismo se ha exacerbado, nos embuten la Navidad desde septiembre y nos venden adornos durante todo el año en un afán para mover la caja registradora del comercio. Pero esta celebración es más espiritual, o al menos es la invitación que quiero hacerles.
Se acaba 2018 y, al son de los villancicos, el país hace las listas de lo que va a quemar con el “año viejo” y en lo que va a soñar con las uvas del 31. El Gobierno, por supuesto, está bajo el ojo crítico de esos balances decembrinos, alimentados por la realidad recortada de los medios y formadores de opinión.
La Navidad es el más claro de los momentos para ser expresivos con detalles, luego de un año de logros y desdichas, y propiciar encuentros con la familia y también con el amigo, el necesitado, el empleado, el jefe, el compañero y hasta el desconocido. Para el católico son manifestaciones de ese amor divino encarnado, como dice nuestra tradicional Novena de Aguinaldos.
Sabemos de sobra que durante los últimos días del año es prácticamente inevitable hacer balance personal. A veces no sacamos nada en limpio porque el ruido exterior predomina sobre la paz interior, y lo que queda son las secuelas del licor y las viandas consumidas en las celebraciones para enterrar el año viejo que queda como congelado en el pasado, como si por arte de magia el año nuevo trajera consigo la vida nueva. Una vez más la mente engaña al corazón.
La Rama Judicial está en su periodo de vacancia, dejando este año asignaturas pendientes y padeciendo los mismos males que viene sufriendo desde hace varias vigencias.