El asesinato de los líderes sociales no sólo nos debe conmover, sino que debe encender las alarmas y el rechazo de todo el país. Lo que va corrido del año, 123 líderes sociales han sido asesinados y desde diciembre de 2016, fecha en la que se firmó el acuerdo de La Habana con las Farc –Ep, 293 defensores han sido ejecutados.
Los esfuerzos en Colombia, a lo largo de los años y durante diferentes gobiernos para conseguir la paz, han contado con el apoyo y cooperación de la comunidad internacional.
Esta positiva realidad ocurre desde cuando nuestro país superó la idea según la cual recibir el apoyo de distintas naciones podría implicar una cesión indebida de soberanía.
En aquellos años se decía que construir escenarios de reconciliación era una tarea exclusivamente nuestra.
Como firman los sociólogos de la política, el poder tiene su magia, está ahí, circula, es esquivo para unos, como un carbón ardiente. Sonríe para otros. En ocasiones, no siempre, los que más lo persiguen consiguen atraparlo, mientras en el camino otros en apariencia menos ambiciosos se lo topan o las circunstancias los encumbran. Manes de la tragedia griega, que desdeña el posmodernismo y está ahí a la vuelta de la esquina.
A menudo cuando se evalúan políticas públicas se termina echándole balotas negras. No siempre es una evaluación justa. Tal sucede, por ejemplo, con lo que ha sido la restitución de tierras en Colombia, cuyo balance es altamente satisfactorio.