Después de muchos años de sufrimientos aprendimos a lidiar con la violencia y nos ilusionamos con la posibilidad de conquistar la paz.
Durante todo el largo período que nos enseñó a convivir con las interminables relaciones diarias de asaltos, extorsiones, secuestros, masacres, asesinatos y todo el horror que significó la degradación del conflicto, pensamos que ese infierno tenía salida. Vivíamos con la esperanza de gozar algún día de la paz. Y con esa perspectiva el país encontró fuerzas para subsistir, trabajar y progresar.