El conflicto violento con las Farc ha terminado. Es una realidad bienvenida a partir de la cual se deben hacer las reflexiones sobre el porvenir. Ya estamos en un año electoral y cunden las incertidumbres y los enardecimientos. Además, hay otra realidad imposible de ignorar: la generalidad de los colombianos desconfía del fin del conflicto. Se argumenta que los subversivos no se sometieron a nuestras instituciones si no que las instituciones se adaptaron a los intereses políticos de las Farc. Se desequilibró el orden jurídico y social sin que se hayan encontrado los nuevos equilibrios.
Colombia se enfrenta al reto de ser un país de oportunidades, como lo mencionó el presidente de la 73 Asamblea Nacional de Industriales y del segundo Congreso Empresarial Colombiano, Bruce Mac Master, cuando halaga a un país con ímpetu de empresa, fuerza laboral pujante y con un índice sobresaliente en emprendimiento a nivel mundial.
Una parte de los ingenieros, de la ingeniería en general para ser más exactos, encuentra una cierta afinidad entre la ciencia del derecho y las matemáticas ciencia o disciplina ésta que es absolutamente necesaria para entender, practicar y utilizar todos los fenómenos físicos, cuyo entendimiento y manejo se utiliza para el mejoramiento y el perfeccionamiento del bienestar del hombre sobre la tierra, haciendo que su permanencia esté llena de bienestar.
Próximos a llegar al octavo piso de nuestra existencia, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nuestra mayor actividad social tiene que ver, infortunadamente, con acompañar a gratos amigos a su morada final. La última estación de esta dolorosa viacrucis fue hacer vigilia por los restos de quien fuera en vida uno de nuestros mejores y más entrañables camaradas, Mario Acosta Hurtado.
El pavoroso debilitamiento de los principios morales es otra causal del gran incremento de las ilicitudes e infracciones contra la honra, vida y bienes ciudadanos. El hombre es, por encima de toda consideración un ser moral, responsable, capaz de escoger entre el bien y el mal. No puede ser presa fácil de las tentaciones criminales. Hoy es lugar común hablar de una bancarrota moral, francamente aceptada.
Se cumple con la lectura de Juicio Universal, tomos I y II (Editorial Planeta, Barcelona, 1971), de Giovanni Papini (1881-1956), una meta pospuesta por muchos años. Los antecedentes de la obra son expuestos por el prologuista al final del primer tomo y se le sigue textualmente: “Giovanni Papini tuvo el anhelo de escribir una obra fuera de lo común, excepcional, grandiosa de concepción y de dimensiones: una de las que perduran en los siglos.
Conciertos vallenatos, sinfónicos y rockeros; buceo y esquí; ciclovía nocturna y jugadores de la NBA; un festival de verano en todo su esplendor se abrió paso entre el sol y la luna, para celebrar los 479 años de Bogotá.
Bella, calumniada, insegura, hospitalaria, fría, solemne, calurosa, festiva, descuidada, teatrera, fascinante y tantas veces acéfala, Bogotá tiene su magia.
Casi todos quieren violar las leyes, normas, legislaciones, preceptos y principios, para lucrarse política, social o económicamente. Esta la razón por la cual cada vez la corrupción se pavonea en todos nuestros países. Parece ser que no hay disposición, por fuerte que parezca, impermeable a la corrupción.
¡Quién lo podía imaginar! Terminamos con una Constitución de hojas intercambiables. La norma fundamental de un Estado, sobre la cual se edifica la estructura jurídica y social de su pueblo, se redujo a una armazón tembleque, que no vale la pena publicar encuadernada en pasta dura, porque entró en una especie de mutación permanente.
Cada día más vemos en los medios el drama de la afluencia de los venezolanos que buscan refugio en nuestro país, huyendo de la miseria, del hambre, en que los ha sumido la dictadura de Maduro y su pandilla y de una represión inexorablemente in crescendo. Buscan en Colombia, además de comida, medicinas para sus enfermedades y una fuente de ingresos que no encuentran en una Venezuela donde a diario se cierran las empresas. Tenemos, no solo el deseo, sino la obligación moral de ayudar al pueblo hermano, como lo hemos venido haciendo.