Si se estrella un avión piloteado por un capitán ebrio, sería irracional sugerir que los culpables del siniestro fueron -o pudieron haber sido- los pasajeros.
Sería tan atroz e iindigno, como cuando dicen que la culpa de un abuso sexual no es del violador sino de la mujer, por usar minifalda, coger bus o estudiar en la nocturna. Es evidente que nos cuesta mucho llamar las cosas por su nombre, y asumir los errores y los abismos que nos separan de ser una sociedad lógica y mentalmente sana.