Luego de una jornada bastante decente y ordenada, donde el elogio va para todos los estamentos y entidades que de una forma u otra hicieron parte del andamiaje que permitió el éxito, algunos cuestionados y sometidos a la observación ciudadana, que los analizo paso a paso, pero con resultados palmarios y reconocibles, a más de la ciudadanía acreedora de todo el reconocimiento, convirtiéndose en ejemplo a seguir para futuras contiendas de esta índole, debemos respirar para encarar la nueva campaña que se muestra comprimida, desesperada y fruncida.
Necesitamos transformarnos, los cambios son urgentes, de ello no hay duda. El cambio real tiene condiciones: las internas son las más importantes.
Uno de los programas estrella que anunció desde el principio el gobierno Duque fue la recuperación de los ferrocarriles. Vale la pena recordar algunos datos que tomo de un bellísimo libro de Gustavo Arias de Greiff que se llama La Mula de Hierro (Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1986). Entre 1852 y 1855 se construyó el ferrocarril de Panamá, una línea de 80 kms. que conectó los dos océanos antes de que se construyera el canal.
Los procesos electorales, por naturaleza y definición, nos enfocan en las condiciones y características de los sistemas democráticos. Sin pasar por alto el hecho que la celebración de elecciones y el funcionamiento de la organización electoral son en sí mismos uno de sus múltiples indicadores. Los comicios, por su dinámica, suele expresar las condiciones generales del sistema democrático en materia de derechos políticos y libertades, información, debate público, participación, garantías, entre otros.
Uno esperaría que los artífices de semejante fiasco que le ha significado al país el TLC que se negoció y acordó con los EEUU, que ya arriba a sus primeros diez años de haber entrado en vigencia, sin estar preparada la economía colombiana para encararlo con éxito, recapacitaran, hicieran un acto de contrición y su propósito de enmienda.
Escribo esta columna sin saber qué ocurrió en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sea cual sea el resultado hoy hay un país entero que espera, necesita y se merece una vida más sosegada. Buscar esa tranquilidad es la tarea más urgente de los candidatos, los gobernantes, los partidos, las organizaciones sociales y los mismos ciudadanos. En los últimos años, cada que termina un periodo electoral quedamos con la sensación de estar aún más distanciados.
Como simple ciudadano, con un lenguaje sencillo, pues el tema deportivo no es mi especialidad, quiero hacer eco del clamor de los hinchas del Deportes Tolima al conseguir que se le asignase al estadio de fútbol de Ibagué el nombre muy merecido de Gabriel Camargo Salamanca.
En previas ocasiones hemos tenido la oportunidad de reflexionar y mencionar la importancia del concepto de angustia en la filosofía existencial de Martin Heidegger, refiriéndonos particularmente al rol que la misma ocupa en la analítica existenciaria del único ser que se pregunta por su ser.
Pensaríamos todos que las sociedades tienden a evolucionar hacia un estado final de paz y armonía y que esto depende solo de la buena voluntad de los seres humanos. Sin embargo, hay señales preocupantes que no nos permiten ser tan optimistas ante la contracción económica que está ocurriendo en el mundo, y de manera más preocupante, en zonas como Latinoamérica.
En medio del entredicho en que quedaron las elecciones parlamentarias y la incertidumbre frente a las presidenciales; en medio de los intereses mezquinos de “izquierdópatas” de todas las pelambres; y en medio del insulto, la descalificación y la arrogancia como estrategias del progresismo para disfrazar sus mentiras y sus promesas imposibles, el país enfrenta una disyuntiva sin antecedentes: el camino sin retorno de la dictadura y la pérdida de las libertades, o el camino con futuro de la preservación de la “democracia liberal”.