Murió recientemente un teólogo llamado Hans Küng. Hace unos años le fue retirada la autorización para ser profesor en universidades católicas por tener diferencias importantes a nivel doctrinal con el magisterio de la Iglesia. Era un hombre muy preparado, abierto, de pensamiento bien estructurado. Pero cayó en la tentación de ser más que la Iglesia, es decir, más que las enseñanzas que ella propone, más que la autoridad que esta ejerce y más que el mismo papa, garante de la unidad del pueblo de Dios en torno a la fe en el Dios único y verdadero.
La lucha política en España se torna visceral, en la medida que afloran los antagonismos y los desafíos, por lo que no es fácil que el centrismo prevalezca. ¿Se puede ignorar o ser indiferente cuando la izquierda plantea desconocer la propiedad privada? Sea en Madrid, Cuba, Venezuela o Colombia, donde en las zonas rurales las invasiones de las fincas arruinaron a muchos y desataron más violencia.
En todo experimento hay muchas posibilidades de equivocarse. Si no hubiese errores tampoco habría aprendizajes.
Esta semana se produjo un hecho sin precedentes a propósito de la aprobación en primer debate en el Congreso de la República de un proyecto que establece el marco regulatorio de la hoja de coca y sus derivados.
Dicen por ahí que alguna vez, en una entrevista, el escritor Carlos Fuentes confesó que cuanto sabía de derecho y economía -a fin de cuentas, había estudiado lo uno en la Universidad Nacional Autónoma de México, y lo otro en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra- lo había aprendido, en realidad, leyendo literatura.
Las vacunas para las segundas dosis empiezan a faltar. A pesar de las gestiones del gobierno colombiano están llegando pocas y tarde. Las farmacéuticas incumplen, ahorcadas por las exigencias de los países desarrollados. El poder de Don Dinero ha tirado por la borda años de cooperación global. Ha surgido un nacionalismo que amenaza la salud mundial y aleja el éxito del combate contra el Covid-19, pues mientras no estemos inmunizados el 70% de todos los habitantes del planeta, seguimos en peligro.
Nadie debe soslayar la gravedad de las realidades que vivimos que son propias de un mundo globalizado en el que resulta imposible escapar a las consecuencias que generan las confrontaciones de poder. La América Latina es hoy el nuevo escenario por el predominio orbital que no habíamos conocido desde la independencia de nuestras naciones, ni siquiera en el curso de las dos guerras mundiales del siglo pasado.
Si queremos dejar de rodar montaña abajo sin un palo que nos tranque hablemos del virus que nos está liquidando como nación -y no estoy hablando del coronavirus- como los trabajadores recibiendo ingresos de hambre; nuestros profesionales viviendo cómodamente en otros países; un gobierno del que poco bueno podemos hablar, por no decir lo menos; la corrupción y la injusticia; la educación que está deshumanizando a la juventud, sin contemplaciones; políticos que se enriquecen de la noche a la mañana, que poco o nada han hecho
Si algo ha quedado demostrado en esta penosa pandemia es que lo más importante para un país es la salud de sus habitantes. Estamos en el tercer pico de la epidemia y siguen en aumento los contagios y las muertes. La ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos, UCIS, está muy por encima del ochenta por ciento y comienza a faltar el suficiente personal de atención hospitalaria.
En Colombia sobran burócratas y faltan empresarios. Abundan los oficinistas, los escribientes, los auxiliares, los dependientes. Pero ¿dónde están las figuras del emprendimiento, los que prefieren dar puestos a mendigarlos, los creadores de riqueza, los que organizan fábricas, talleres y centros creadores de bienestar y prosperidad?