El ideal de la humanidad en estos difíciles momentos que se viven es llegar pronto a la “inmunidad de rebaño”. O sea, alcanzar un escenario en el que el coronavirus se convierta en una enfermedad más, de carácter endémico, contra la cual proceden medidas individuales como la vacuna contra la influenza. Pero donde el riesgo de un contagio masivo desaparezca.
Estamos próximos a cumplir un año de estar bajo la situación generada por la pandemia del covid-19. Entre febrero y marzo del año pasado se inició para la humanidad un camino que no había recorrido hasta ahora, al menos en tiempos recientes, y un camino que no le había correspondido a toda la humanidad, sino que en ocasiones correspondió a ciertas naciones, culturas, comunidades.
El nuevo código electoral está siendo estudiado y analizado por la Corte Constitucional con el objeto de verificar que, tanto en su trámite como en su contenido, se ajuste a la Carta Política.
El diario ABC de Madrid informa: “La estatua del caudillo, la última que quedaba en pie en nuestro país, ha sido retirada este martes.
Uno de los efectos colaterales de la pandemia, y de las medidas restrictivas que han adoptado los gobiernos alrededor del mundo para gestionarla -unas más razonadas y razonables que otras- ha sido la virtualización, o, mejor, la “remotización” (el neologismo está justificado) de muchas de las actividades que, hasta ahora, han supuesto la presencia física de quienes las ejecutan o participan en ellas: los negocios; la educación; los espectáculos artísticos, culturales, y deportivos; las consultas médicas; las prácticas religiosas; entre muchas otras.
Otra forma de amistarnos con la muerte, y de ir preparando la propia, se va construyendo con los fallecimientos de nuestros seres queridos. Todos, tarde o temprano, habremos de enfrentar ese hecho.
En el delicado asunto de la vacunación en nuestro país contra el coronavirus, da la impresión de que se está practicando el deporte nacional: la mamadera de gallo. Entre simulacros y demoras se desarrolla una película de aplicaciones "gota a gota". Es evidente que algo no está funcionando debidamente y el pobre Ministro de Salud hace malabares para tratar de explicar lo inexplicable. De todas maneras en este sensible asunto seguimos en el limbo sin saber cuándo en dónde nos toca.
¿Se acabaron los colosos y los gigantes de la política colombiana? Dónde están los Rafael Uribe Uribe, los Miguel Antonio Caro o esos titanes de la elocuencia como Laureano Gómez, quien en1944 en el Senado le gritó al Dr. José Gómez Pinzón cuando se posesionó como ministro de Obras Públicas: “Agitó el parlamentario en el aire con las manos rojas por la ira, los ojos alterados por la rabia, la voz mitad clarín, mitad rugido: Ud. tiene estos contratos tramposos contra el Estado, Ud.
Nos llegó el momento de salir de nuestra Banana Republic y de llevarla a ser Grande, Soberana y Libre, claro, si abrimos los ojos y elegimos un presidente magnánimo, maduro, con carácter, prudente: toreado en muchas plazas: administrador de primera clase, conocedor de nuestro País como la palma de su mano: un Adenauer colombiano. Un político hábil, con autoridad, sabiduría, vitalidad y fortaleza.
Hace carrera el ministerio de Hacienda al evaluar tributos vigentes y luego sumar valores de peso pesado para sustentar que habrá alta temperatura en la anunciada Reforma Tributaria, cantada para marzo, que amenaza panorama duro, en producción, comercio, empleo, salarios, canasta familiar y como nunca faltan, igual tendencia tendrán los servicios públicos.