Muchas veces buscamos afuera lo que ya tenemos adentro. Necesitamos reajustar la brújula.
Desde Kalamazoo, Michigan, a las 8:31 del lunes 14 de diciembre, salió el camión de la Fedex con las primeras vacunas contra el Covid-19, rumbo a los hospitales y clínicas norteamericanas en la llamada operación “Más Rápido que la Luz”. Sería Sandra Lindsay, enfermera del Long Island Jewish Medical Center, la encargada para recibir la salvadora dosis.
Estamos acabando el 2020 que será recordado como "el año de la pandemia", la culpable de un obligatorio encerramiento que casi termina con nuestros nervios y nuestra paciencia. Ha sido una larga y muy penosa vigilia que en no pocos hogares fue motivo de distanciamientos y querellas y en otros, afortunadamente, de reconciliaciones y amorosos reencuentros. Esta pandemia global cambió dramáticamente nuestra vida social y la manera de interrelacionarnos y ha significado pérdidas en todos los sentidos. La gran incógnita que persiste es cuándo terminará.
Irónico que la democracia liberal haya logrado gestar y amamantar las semillas de su propia disolución. A lo mejor, algunos dirán, la pluralidad ideológica o de pensamiento es muestra de su éxito y, en cierta medida, estarán en lo correcto. Por experiencia empírica e histórica, que algunos iluminados pretenden ignorar, sabemos que, por lo contrario, en un régimen autoritario la libertad es inexistente.
Por primera vez en la historia del país se han resaltado los comienzos originales de la economía nacional. El Gobierno hizo en la semana pasada justo reconocimiento a hombres y mujeres que fundamentan vida laboral, junto con sus familias.
No puedo olvidar que hace algunos años logré que, en el municipio de Guatavita, le agregaran a los programas escolares el de turismo como materia en los últimos años: “y cumpliendo con lo que creían era el turismo lo redujeron a: Bar y Cubiertos. Años después llegó a este municipio una visita de la Secretaria de Educación de la Gobernación de Cundinamarca, para ver el resultado del Programa.
Los vertiginosos adelantos en ciencias y tecnologías que la humanidad ha disfrutado desde inicios del siglo XX, la ha llevado paulatinamente a considerar que son parte de un proceso inagotable e ineludible de progreso y superación, en el que, empero, se empieza a desestimar el cultivo de la duda, que le sirvió de aliciente y a acallar el espíritu crítico, herramientas insustituibles de toda creatividad.
Tras la votación popular del 9 de diciembre de 1990 había necesidad de proceder a lo que institucionalmente fuese necesario con el objeto de cumplir la decisión del pueblo. Ya el 27 de mayo, al votar en desarrollo del Decreto Legislativo 927, había sido derogado el artículo 13 del Plebiscito de 1957 -que depositaba en el Congreso de manera exclusiva la competencia para reformar la Constitución-, lo que había permitido lograr el propósito que animó a los estudiantes integrantes del movimiento “Todavía podemos salvar a Colombia” cuando propusieron la séptima papeleta.
En la ciencia política se identifica al centro del espectro político como el espacio que ocupan los partidos que se ubican en un lugar intermedio frente a posiciones que algunos clasifican en las categorías de izquierda y de derecha. En diferentes casos esas posiciones son antagónicas y no es posible encontrar coincidencias frente a temas como la seguridad o el principio de autoridad. Pudiéramos decir entonces que el centro es la postura que busca construir consensos.
Ni Duque ni Ruiz alcanzaron a imaginar que existiera en el planeta una nación tan inerte y abúlica; que adoleciera de prevención y acción para resolver las necesidades urgentes que requiere una población amenazada.