Las notas profundas del violonchelo alzaron el vuelo y fue como si el recinto se hubiera llenado de esperanza y de melancolía, al mismo tiempo. Pau Casals había consagrado su vida entera a la belleza y a la bondad y, ese día, recibía la medalla de la paz en la ONU. Con ese gesto las naciones, unidas como nunca, reafirmaban su compromiso inapelable con el futuro de una humanidad compartida.
En la reactivación subyace la idea de volver a la normalidad, es decir a un estado de cosas en donde la economía y otros sectores retoman su rumbo interrumpido por las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia del Covid-19.
Enhorabuena el Contralor General de la República, Carlos Felipe Córdoba, ha resuelto establecer el Registro Nacional de obras inconclusas en las que están comprometidos recursos públicos, más conocidas como elefantes blancos, que por mandato de la Ley del 17 de julio de 2020 debe ubicarlas e identificarlas “con el fin de definir su terminación, demolición o las acciones requeridas para concretar su destinación definitiva”.
El síndrome de las reformas, característica patológica de algunos intelectuales, se presenta en nuestro país cuando hay una crisis institucional.
Como lo dijo el delegado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, Hans Kluge, en entrevista con el New York Times, la pandemia nos tiene exhaustos.
El reciente ataque del papa Francisco contra los derechos de propiedad y la libertad económica forma parte de una tendencia en Latinoamérica, donde los enemigos del individualismo y el libre mercado se han servido de la religión católica para avanzar políticas colectivistas.
Después de tres periodos consecutivos de gobiernos socialistas en Santa Marta, la pobreza extrema aumentó, las necesidades de nuestra gente se agudizaron y las estrategias populistas para maquillar este fracaso las fortalecieron para defender lo indefendible. ¿De verdad éste es el experimento que quieren implementar a nivel nacional? ¡Nos llevarán a un túnel sin salida!
EL puerilismo es la actitud de una sociedad que se comporta más infantilmente de lo que le permitiría su grado de discernimiento, de una sociedad que, en vez de educar al niño elevándolo a hombre, se rebaja a sí misma al comportamiento de la puericia (Huizinga, J.).
Dizque este es un país “presidencialista”, dicen quienes lo preferirían “parlamentarista” -qué susto con nuestra clase política- o, mejor aún, “socialista”. Para allá vamos desde la Constitución del 91, que le dio poder a los jueces, que hoy eligen y cogobiernan, y a las “comunidades”, que hoy exigen y cogobiernan, pretendiendo decirle al presidente lo que puede y no puede hacer; lo que debe y no debe hacer.
“El régimen necesita que la política sea sucia porque es la manera de conseguir una amplia gama de complicidades”. Es esta una de las elocuentes y contundentes frases con las que Álvaro Gómez se refería al “régimen”. Su carga de verdad se evidencia al recordar algunas de las complicidades, directas e indirectas, que en el ámbito del poder político ocurrieron durante aquel fatídico 1995. Veamos.