Una vez más Wall Street sorprende a los que anunciaban el fatal hundimiento del sistema financiero y el colapso económico de esa gran potencia por cuenta de la tragedia del Covit-19.
No se puede tapar el sol con las manos. En este caso, el sol es la inmensidad de personas de nuestro país -y del mundo- que viven en condiciones muy precarias. Ahora, con ocasión de la cuarentena, esta realidad ha salido a la superficie de manera contundente. Entre las distintas sugerencias interesantes e inteligentes que se hacen para abrirle camino de bienestar definitivo a esta población, se encuentra la de la renta básica.
Se celebró el viernes pasado el día mundial del medio ambiente, día que fue instituido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 5 de junio de 1972, coincidiendo con el inicio de la Conferencia de Estocolmo sobre el Ambiente. Ese mismo día, una resolución del mismo foro dio origen a la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
¿Quién iba a pensar que una convocatoria de una reunión del G-7 hecha desde Washington caería en el vacío?
Tenemos un llamado a continuar nuestro proceso de integración, la actualización de esa posibilidad de encarnar la totalidad que somos y esa totalidad mayor de la cual hacemos parte.
Hace poco se decía que “en la mesa y en el juego se conoce el caballero”, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Muchos piensan que “en política se debe seguir al sol que mas alumbra” sin colorearse. Hoy hay quienes piensan que “una pandemia sirve para saber en quien confiar y a quien temerle”.
Hoy en día, hablar de reducción de subsidios, flexibilización laboral o reducción de la carga impositiva, es lo más cercano a cometer una herejía. El establecimiento, ha logrado atornillar un gigantesco asistencialismo estatal que, en cada oportunidad, busca crear otro programa de subsidios, otra cuota burocrática y continuar gastando los recursos de los colombianos a diestra y siniestra.
Es más que evidente que esta pandemia, con todos sus efectos y consecuencias, está golpeando muy duramente a todos los colombianos, tanto ricos como pobres, Pero muy especialmente a estos últimos. Pero también ha contribuido a que seamos mucho más sensibles y comprensibles. Cuando uno se encuentra solo y en cierta forma desamparado, es más proclive a tratar de entender lo que pasó y está pasando. Y sobre todo, mucho más solidarios.
De acuerdo con cifras del Censo Nacional Agropecuario (CNA) del año 2015, de 111 millones de hectáreas con las que cuenta el país, 26 millones tienen potencial para la producción agropecuaria y forestal, pero sólo se produce en 7 millones de hectáreas (27%).
El cable con alta tensión de corriente en producción y consumo asoma siempre en épocas de dificultades, elevando tendencia en precios, tarifas y costos generales que, golpean al final, bolsillos del ciudadano común. Oportuno advertir que los especuladores, socios de los acaparadores, son protagonistas de ambos delitos que se extienden por ciudades, municipios de característica mediana, poblaciones y zonas veredales.