Una de las cosas más importantes para el desarrollo de un país es la posibilidad de la buena interconexión, aérea, fluvial, férrea, vial, entre otras.
El domingo pasado, “día de la madre”, diez de mayo, una fecha antecedente de un acontecimiento que marca un hito histórico trascendental: el nacimiento del frente nacional y la renuncia del general Gustavo Rojas Pinilla a la “presidencia” en 1957, a consecuencia de la huelga realizada en el país para exigirle el abandono del poder “dictatorial” que se le imputaba.
En medio de esta pandemia ha hecho su aparición el hambre, otro monstruo, tan aterrador como la enfermedad, o quizá peor.
La cuarentena obligatoria amenaza con el colapso de las economías y hoy el mundo enfrenta un desempleo sin precedentes en la historia reciente.
Que las cosas cambiaran una vez la amenaza del coronavirus desaparezca o debamos convivir con él, es una verdad de apuño; no seremos los mismos y con ese prisma debemos proyectar nuestra vida futura.
De origen Bávaro, Friedrich Trump, a los diez y seis años emigró en la tercera clase de un barco a los Estados Unidos, arribó a Nueva York en 1885 cuando la estatua de La Libertad estaba en construcción; no sabía inglés, lo acogió su hermana mayor que se había instalado en Manhattan, suburbio poblado por extranjeros.
En 2001, como respuesta a los ataques a las torres gemelas, se creó en los Estados Unidos la Dirección de Inteligencia Nacional, dependiente del presidente, para coordinar el trabajo de más de dieciséis agencias de inteligencia.
Es posible que el cuidado en casa provocado para controlar la expansión de la pandemia, como en la calle, oficinas y sitios de hacinamiento, ponga nuevos parámetros a la salubridad pública. Habrá exigencias consecuentes sobre los sistemas de salud, a las condiciones de infraestructura en los sitios públicos, en los lugares de trabajo, en los colegios, universidades, hospitales y cárceles.
Dentro de las consideraciones que hacía recientemente en una entrevista en El Nuevo Siglo el presidente del Consejo de Estado, Álvaro Namén, sobre la manera como la justicia contencioso administrativa enfrenta la actual crisis generada por el Covid-19, aludió a las posibilidades que tiene la función consultiva para colaborar en la tarea de generar confianza en situaciones de emergencia y en general para contribuir al buen funcionamiento de las instituciones.
Dijo que estaba muy emocionado al salir de allí, en medio de sensaciones celestiales.
Que las Bellas Artes habían despertado en él los sentimientos más apasionados.
Estamos en medio de una encrucijada en la que, como lo dice el más reciente Informe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, “están en juego muchas vidas y muchos medios de subsistencia perdidos”. Y añade que “el Covid-19 es potencialmente catastrófico para millones de personas que ya están pendiendo de un hilo” por la falta de empleo e ingreso.