Los restaurantes son parte del motor de la economía, millones de personas diariamente en Colombia asisten a ellos, un poco más de 100.000 establecimientos que emplean sobre el millón y medio de personas, hoy encerradas en sus casas a causa de las medidas de gobierno como protección de la pandemia.
El coronavirus es, sin duda alguna, para todo el mundo, el mayor desafío del siglo -hasta ahora, porque quedan ochenta años y pueden venir cosas más complicadas-. Y ha sido a la vez el mayor reto para quienes ejercen el poder.
Qué diferencia tan grande la que hay entre la actitud del Alcalde de Medellín y la Alcaldesa de Bogotá con relación a las medidas decretadas por el Gobierna Nacional.
El trastorno mundial humano causado por la invasión del coronavirus al planeta, indudablemente, generará un cambio múltiple en las reglas de conducta que gobiernan el globo terráqueo. Metamorfosis igual a la ocurrida después de las guerras registradas en la historiográfica.
La demanda por todo tipo de artículos y equipos para responder a las necesidades creadas por el coronavirus está disparada a escala mundial.
No sé cuántos de mis conciudadanos estén de acuerdo conmigo, pero tenemos una sociedad bien complicada de manejar y más compleja de entender, porque a cada paso nos está dando sorpresas impensables.
La pandemia de Atenas empezó en el año 430 antes de Cristo en Abisinia, su mortífera garra llegó hasta Sicilia e Italia, en la primera oleada de doce meses hubo cien mil muertos, no se sabe si la produjo virus o bacteria.
…no manda marinero, dice el dicho.
Ante la pregunta de cuánto es, hasta el momento, el volumen de recursos, razonable entre comillas y estimado en Colombia para sortear la recesión del “Gran Confinamiento”, es bueno empezar por recoger de la anterior columna la importancia y cercanía a obtener, complementariamente, del Fondo Monetario Internacional, una línea de crédito adicional por la suma de once billones de pesos, que se suma a su informe reciente de consulta (Articulo IV) que valen la pena detallar.
Hace poco, Iñaki Ortega (parodiando al maestro pensador que portaba su apellido) escribió “La revolución de las canas”.
Lo que hace en ese texto no es otra cosa que replantear el debate sobre el papel de los ancianos en el capitalismo.