Si cuando apareció el Covid-19 hubiéramos tomado en serio lo que estaba pasando en China y otros países, habríamos podido cerrar nuestro país, y verdaderamente retrasar la llegada del virus. No lo hicimos. Hasta pocos días antes de la llegada del virus a Colombia muchas autoridades del país decían que se trataba de una “gripa fuerte”; muchos acusaban de crear pánico a quienes traíamos el tema.
El mundo se encuentra viviendo una pandemia que está generando una parálisis colectiva, que implica suspender prácticamente todas las actividades que sean en grupo; vale decir, todos los eventos públicos de carácter cultural, institucional o social, lo mismo que las clases en los colegios y universidades.
Se preocuparon más por sancionar aerolíneas que de algo vital como es la salud.
No voy a ser tan obsesivo de referirme a la prevención del coronavirus, como todo el mundo. Pero creo que el fenómeno inédito de esa maldita pandemia -como si fuera la decimoprimera “Plaga de Egipto” que relata el Éxodo- debería servir para unir a la gente, a la familia y al grupo de los verdaderos amigos, para reflexionar y ponernos a pensar en las cosas serias del universo; cada rato nos llegan reportes de Bogotá, cómo vamos, Cali, cómo vamos… ¿pero cuándo nos llega el reporte de Mundo, cómo vamos?
Después de la siembra viene la cosecha, y es así como después de una responsable y alegre siembra espiritual en la Grande Semana tiene que venir copiosa cosecha de gracias para un vivir en alegría y esperanza. Se ha enseñado, claramente, que la Semana Santa no termina con un triunfo pasajero de Jesús sobre la muerte, ni con el llanto de la Madre Dolorosa, sino que continua en la desbordante alegría de la Resurrección e invitación a nueva vida libre de pecado.
Una simple gripa nacida en China amenaza con destruir lo que queda de este planeta tan maltratado por el hombre que, llegó solo y quiere seguir solo, pero apoderado de todo. El “bípedo” fue rodeado por sus semejantes y unos pocos se fueron apoderando de todo. Un puñado de ellos gobierna, dirige, ostenta, maneja, ordena, compra, vende y ejerce el liderazgo. El oro es poco y totalmente nula su relación con el planeta. El brillo es su obsesión.
Llegó la pandemia a Colombia, como era de esperarse, demostrando una vez más que el virus no responde a fronteras ni a territorios y menos en un mundo global. Tardía la OMS en declarar la pandemia que ya supera por mucho a lo que estábamos acostumbrados a denominar de esa manera.
Hace algunos años me llamó por teléfono una excompañera del colegio, dos días antes de morir. Se encontraba gravemente enferma. Me dijo: “Al fin comprendí que somos finitos”.
Ante cualquier problema o crisis siempre surgen oportunidades. Una hipótesis es que en la medida en que la pandemia del coronavirus nos ha mandado a estudiar o trabajar en casa, esto nos puede enseñar a crear el hábito y tener un efecto demostrativo sobre el trabajo en casa. Esta semana el Covid-19 superó los 170.000 casos de contagio en más de 150 países del mundo.
El coronavirus es una zoonosis, es decir es un virus patógeno que fue trasmitido por animales. Según estudios iniciales pudo provenir de los murciélagos o de pangolines, animales que con mucha facilidad se encuentran en los mercados chinos. No es la primera vez que como raza dominante nos ocurre una tragedia similar, no lejos está la epidemia de Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) de 2003 también originado por murciélagos y responsable de la muerte de un poco más de ocho millones de personas.