LA memoria histórica es, o debe ser, la compilación de la verdad; por eso nunca he entendido el traslape entre dos instituciones surgidas del Acuerdo con las Farc: la Comisión de la Verdad y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), ambas buscando lo mismo: la verdad para contarla.
Colombia comparada con el resto de America tuvo un crecimiento superior estable en el último año. Además, a diario llegan dos mil venezolanos. Hay un acumulado de un millón ochocientos registrados, y un aumento de esa población anual en 730 mil venezolanos más, aunque solo hay conjeturas de los no registrados.
En la reciente propuesta de reforma a la administración de justicia, presentada por la Ministra de Justicia a consideración del Congreso de la República, se encuentra un homenaje a la Ley Fundamental de Angostura de 1819 y a la Constitución de Cúcuta de 1821, ya que se propuso que los magistrados de las altas corporaciones judiciales estarán en sus cargos “todo el tiempo de su buena conducta”, siempre y cuando no lleguen a la edad de retiro forzoso.
Hablar de la crisis de la justicia en Colombia se ha vuelto un tema recurrente cuando se trata de analizar el sistema judicial, desde el cumplimiento de las funciones jurisdiccionales que ejercen los jueces y magistrados hasta la organización y el gobierno de la Rama.
La situación fiscal del país es aparentemente buena, pero rodeada de cumulus nimbus. El año pasado se cumplió con la meta de la regla fiscal. La inflación está bajo control. Y el crecimiento económico, mal que bien, es uno de los mejores de la región.
Pero ¿cuáles son los cumulos nimbus que empiezan a otearse en el horizonte? Y ¿qué tan graves son?
El Carnaval de Barranquilla es la fiesta popular más famosa de Colombia, tan solo comparable con el fastuoso Carnaval de Rio de Janeiro. El influjo que tuvo la extraordinaria artista Sonia Osorio en el evento dejó su sello grabado en el imaginario colectivo y el estilo y variedad de los desfiles, en los cuales participan todas las clases sociales unidas por el festejo, en la conciencia que la diversión y el baile son buenos para el espíritu y el cuerpo.
Los miembros de la Fuerza Pública -de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional- son, en las actuales circunstancias, colombianos de segunda categoría. La privación del derecho al sufragio, que acaso haya tenido justificación en un momento específico de la historia nacional, cuando la politización de la Fuerza Pública sirvió de combustible adicional a una violencia sectaria que aún sigue lastrando la comprensión que tienen los colombianos de su pasado y su presente, no sólo es obsoleta y anacrónica. Es también una excepcionalidad en el contexto de
Entre los muchos cansancios que muestra la sociedad moderna, uno de ellos tiene que ver con el de salvar a las personas. ¿Salvar de qué? De todo lo que se pueda. Cuando hay cansancio de esta muy difícil tarea, aparece en el panorama de la acción humana, con mayor o menor fuerza, el deseo de aniquilar. Es decir, el deseo de convertir en “nihil”, en nada.
Como por ratos se nos puede olvidar que la vida es pasajera, que estamos encarnados por un breve espacio de tiempo, podemos vivir desde un miedo permanente a los avatares de la existencia. Una de las tareas que tenemos en este plano dimensional es aprender a confiar.
Claramente, el bien común es la razón de ser de un Estado de Derecho, estamos rajados hace rato. Si el bien común es sinónimo de paz, de justicia, de calidad de vida, de seguridad social, de solidaridad, de responsabilidad universal, de conciencia moral, de un Estado Social de Derecho (fundamento de nuestra Constitución). El Bien común implica: un gobierno que responde por cada uno de los colombianos.