Lo sucedido en Bogotá el día del paro, lo mismo que en Cali, Valledupar, Facatativá y otros lugares, me refiero a las marchas y a la violencia, es una historia que se veía venir desde hace mucho tiempo. Situaciones que nunca se resuelven del todo y que terminan exasperando a la gente y, claro, son capitalizadas por quienes se quieren tomar el poder de la nación.
En España, la nueva generación de socialistas post Franco, herederos de los que perdieron la guerra civil, junto con otros sectores de la sociedad, como ocurre con algunos catalanes sediciosos, le ha dado por reescribir la historia y en no pocos casos falsificarla.
TODO estudiante de Relaciones Internacionales ha oído hablar de Hans Morgenthau, padre del Realismo Clásico, el título de cuya obra más importante (Política entre las Naciones: la lucha por el poder y la paz), es en sí mismo un inmejorable resumen de los dogmas fundamentales del credo realista: que la política internacional es cuestión de Estados -y que en ella juegan un papel bastante limitado, instrumental y residual otros actores, como las organizaciones internacionales-; que la política interna
En los países desarrollados, difícilmente, alguien irrespeta una fila para entrar a algún sitio o llega tarde a una cita –nos sorprende ver que los japoneses, cuando van a los estadios a ver algún evento, al salir recogen la basura que hubieran podido dejar– se trata de civismo, de respeto por los demás, de las sagradas costumbres sociales.
Con bastante frecuencia confundimos la fiebre con la enfermedad. Una cosa son los síntomas y otra la que los generan: bajar la temperatura sin atender a lo estructural no sirve de mucho.
El Presidente de la Republica, ante los Gobernadores y Alcaldes electos el pasado 27 de Octubre, dijo que “el neoliberalismo de los años 90 fracasó por que pretendió que las situaciones sociales se resolvieran únicamente con las fuerzas del mercado y con frialdad tecnocrática”. Tan certero diagnóstico nunca se había dado desde el centro del poder político.
Es realmente inconcebible cómo Colombia ha vivido gran parte de su vida democrática, al menos los últimos cincuenta años, siendo víctima de la violencia en muchos de sus pueblos y ciudades, así como en sus campos y veredas.
El presidente Duque antes del paro, sostuvo que la prioridad en cuanto a las exigencias ciudadanas, argumentadas para realizar la protesta nacional, responden a que “el trabajo de Gobierno es humilde e incansable,” y afirmó que primero está Colombia.
Desde el cielo, Mariano Ospina y Álvaro Gómez Hurtado deben estar regocijados al constatar que el Centro de Estudios Colombianos -C.E.C.- fundado por ellos hace 60 años, sigue dando nuevos y poderosos resplandores, gracias al esfuerzo titánico de sus directivos, -el suscrito con la compañía de Gladys Buitrago de Amaya, Gilberto Caicedo y sus miembros-.
Estamos escribiendo esta columna hoy de la marcha de la protesta, cuando no se sabe a ciencia cierta el objetivo que tiene pese a ser anunciada desde hace bastante tiempo. Todos los temas que se han mencionado, si es que hay conciencia de los que hay que hablar, son plausibles y por tanto estimulan al ciudadano del común a hacerse presente, sin saber exactamente qué es lo que los organizadores de esta demostración democrática quieren solicitar a quienes tienen la capacidad de hacerlo.