Los resultados de las elecciones regionales en Colombia del fin de semana pasado no son muy alentadores en lo que a equidad de género respecta. Bajó el número de alcaldesas y gobernadoras, pero el análisis debe ir más allá.
“Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley!”
Proverbios 29:18.
Las últimas elecciones colombianas demostraron fehacientemente que ya ni los partidos políticos tradicionales, ni los llamados jefes naturales, tienen arraigo en las urnas.
La Fiscalía y la Justicia Penal de Colombia tiene que ponerse necesariamente a la altura y aun sobrepasar los medios esgrimidos por la delincuencia moderna, para así poder prevenirla o reprimirla con éxito. Así lo ha repetido una y mil veces Eduardo Montealegre.
El proceso electoral que condujo a dotar de las autoridades sobre las cuales el ciudadano tiene interés especial por la proximidad por la cual las sienten próximas, terminó bien parece que satisfactoriamente para todo el mundo.
Hay tiempos en que se presentan importantes avances científicos, que naturalmente benefician al ser humano, pero existen otros hechos fatales para nuestra vida.
Las elecciones, en particular las presidenciales y la última sobre la alcaldía de Bogotá, desconciertan en los resultados, los cuales se respetan por vivir en una democracia, aunque relativa y deficiente. Las presidenciales de 2018 fueron ganadas por el uribismo, en cabeza de Iván Duque y se pensó que Álvaro Uribe, su mentor, entraría en decadencia a un ritmo anual infinitesimal en el mejor de los casos.
Me ha sorprendido que en medios de comunicación califiquen de derrotado al Centro Democrático; cuando nuestro partido creció. Claro que perdimos Bogotá y Medellín, que hubiéramos querido ganar y crecer más, pero es innegable que avanzamos.
Si de las elecciones del pasado 27 de octubre pudiéramos decir que hubo un ganador rotundo, ese fue sin duda la ciudadanía que se expresó de manera espontánea en varias capitales de departamento en las que resultaron electos alcaldes distintos de lo avalados por los antiguos partidos.
Un beso público apasionado entre Claudia Nayibe López, electa alcaldesa de la ciudad capital y su compañera permanente (que me estremeció y me ruborizó, lo confieso) y un enternecedor discurso de agradecimiento del “paracaidista” Hollman Morris -quien quedó tercero, después de que iba de último en las encuestas- en el que dijo “agradezco a mis mayores y a mis mayoras” constituyen, para mí, la síntesis de la pasada “debacle electoral”.