El atentado terrorista del 17 de enero contra los uniformados de la Escuela de Policía General Santander, de Bogotá, afecta el futuro la nación. El terrorista suicida que ha provocado dos docenas de muertos y 68 heridos ha despertado, en cierta forma, a la aletargada sociedad colombiana en sus diversos estamentos y funciones.
En la reforma política que con tantos afanes fue aprobada, aparece un artículo que dice así: “Por lo menos una quinta parte del presupuesto nacional de inversión se denominará Inversión de Iniciativa congresional. El Congreso de la República, por iniciativa de sus miembros y con aprobación de las plenarias, podrá solicitar la inversión en proyectos específicos que previamente hayan sido aprobados por el Departamento Nacional de Planeación”.
Cuando los asesinos se reúnen, me imagino que no hablan de personas, sino de causas, aunque de vez en cuando deben mencionar a alguien con nombre propio para eliminarlo. Pero con toda seguridad la raza de los homicidas omite hablar de personas, cuando las van a matar, y más bien disertan sobre su causa, sobre las formas de lucha, sobre golpear al enemigo, sobre los pasos que hay que dar para llegar a la victoria.
Muchos acontecimientos de la vida nos llenan de dolor e indignación. Hay algunos que nos afectan directamente, que emergen en nosotros o nuestras familias con una fuerza tan avasalladora que creemos no ser capaces de sobrevivir.