Aparte de los humanos, no hay más seres vivos que insistan en ponerle zancadilla a sus congéneres, cuando éstos son exitosos. En el mundo hay suficiente espacio y necesidad, para que prosperen todas las buenas ideas que contribuyan a tejer y tener mejores sociedades, y uno pensaría que comprender algo así no debería ser tan difícil.
Todo el mundo reclama legitimidad, pero nadie la respeta. Se valen de los más variados sofismas de distracción y de cuanta mentira existe, para reclamarla cuando les conviene, o mancillarla cuando los perjudica.
Ahora todo está montado sobre la legitimidad en torno al Acuerdo de paz con las Farc. El Gobierno, con base en las normas existentes, decidió enviarlo al Congreso que es el órgano idóneo para refrendarlo y blindarlo contra cualquier gobierno guerrerista que pueda suceder al actual.
Con desazón que oprime el alma vemos desfilar el acuerdo de paz, que debía agrupar a su alrededor a todos los colombianos, en busca de refugio entre las páginas de la Constitución. Aunque la esperanza es lo último que se pierde, más de medio país quedó convertido en un espectador marginado de su propia historia, por la vanidad que lleva a desconocer a 6.431.372 colombianos que rechazaron el acuerdo, para reinsertar 5.675 guerrilleros.
Ante la pregunta que se plantea Noam Chomsky en el sentido de establecer quién domina el mundo, cabe preguntarse por el papel que juegan los intelectuales en la era de la globalización, de tensiones entre la modernidad y los valores tradicionales, que permitan visualizar hacia donde se orienta el mundo.
Respecto a los acuerdos con las Farc ocurrió, en parte, lo que era de esperar: las objeciones de los del No, en lo substancial, no fueron acogidas. No podía esperarse lo contrario cuando los que iban a “negociar” posibles modificaciones eran las mismas personas que habían acordado el primer acuerdo, los mismos que decían que este acuerdo, el que firmaron con bombos y platillos dos veces. Sirvieron de simple mensajeros, sin ninguna determinación para obtener modificaciones importantes. Le hicieron alteraciones obvias y, sin éxito, trataron de dividir a los del No.
Las orejas asomaron desde el primer día. Eran largas: largas las esperas, largas las reuniones, largas lo que se pretendía darnos en medio de las maniobras. Largas, mientras nos decían que iban a escucharnos, en realidad sólo pretendían distraer a la opinión pública. La cola era de conejo. Primero trataron de dividir la coalición del No, intentaron fragmentarla para que todos de manera individual tuvieran que hacerles cola. Trataban de poner a Álvaro Uribe de último en la cola, de decir que era solo una fracción insignificante del No.
El respeto por la palabra empeñada parece resquebrajarse en varios episodios de la reciente vida nacional. Observemos algunos:
La situación actual del sector cafetero no puede calificarse de "bonanza", o por lo menos como se ha usado ese término en el sector en las últimas décadas.
El café va bien, pero no es para ‘fiestas’. Optimismo sí, bonanza no.
Algunas precisiones del presidente de Asoexport, Carlos Ignacio Rojas a esta columna:
En la resolución No 017 del 2016 del 5 de octubre por medio de la cual se convoca a la Convención Nacional del Partido Conservador quedó plasmado el derrotero de la próxima convención que se realizará en el auditorio principal de Corferias en Bogotá, este 27 de Noviembre, convención que debe hacerse cada dos años.
La caldera sigue prendida este fin de año, con cadena de acontecimientos, en alta temperatura. todos se sienten muy cerca, en el diario vivir de la ciudadanía.
El trajinado nuevo Acuerdo de Paz, con sospechoso alargue atribuido a quienes presuntamente intentan sabotearlo o diseñarlo con sus propios intereses políticos, encabeza las expectativas y se coloca en primer lugar de hechos, que empiezan a perder credibilidad entre la gente del común