De la misma manera que la paz se hace con el enemigo -¡pues claro!-–, frente a un gran desacuerdo nacional, como el que se evidenció en los resultados del plebiscito, lo que se impone es un “Gran Acuerdo Nacional” para preservar lo común y conciliar las diferencias de una sociedad dividida entre el Sí y el No.
Ese Gran Acuerdo debe ser “político”, en el mejor sentido de la palabra, es decir, no tienen cabida los cálculos electorales y debe buscar un común denominador, que lo hay en torno a los valores democráticos: el Acuerdo sobre lo Fundamental a que se refería Álvaro Gómez.