Ha hecho carrera la idea de que los países desarrollados se enriquecen a costa de nosotros. En particular, que el éxito de los EE. UU. se fundamenta en el fracaso de América Latina. En su excelente libro, Delirio Americano, Carlos Granés pone el origen de esta manía en 1898, con la derrota de España en Cuba. Con agudeza señala que los latinoamericanos no entraremos en el siglo XXI hasta que no superemos esa obsesión.
Inimaginable. Por décadas el contraste que se enseñaba era el de la estabilidad británica frente a la inestabilidad italiana. Inclusive peor. Inglaterra era modelo del buen gobierno e Italia del desgobierno. Un libro llevaba este sorprendente título: “Italia un país sin gobierno”.
La perspectiva económica mundial es, ciertamente, sombría. Y si los vientos que agitan la economía no amainan pronto -si los esfuerzos de las instituciones financieras internacionales, los gobiernos, y los bancos centrales para mitigar el cambio climático económico resultan ineficaces-, la nubosidad presente puede derivar, muy pronto, en calamitosa tormenta.
El general Rafael Reyes, un estadista audaz y visionario promotor del desarrollo, da origen a la explotación petrolera en Colombia al otorgar la concesión en 1905 en 512.000 hectáreas a Roberto De Mares y al general Virgilio Barco, la que evoluciona con altibajos por varios años hasta que, al no ser prorrogada, revierte a la nación en el gobierno de Mariano Ospina Pérez, quien con un objetivo nacionalista trata de atraer a inversionistas particulares nativos a participar en el negocio, sin alcanzar ese objetiv
Todo el mundo quiere brillar, pero nadie quiere que lo pulan. Sí, esa es la paradoja de la vida: estar llamados a los aprendizajes y resistirnos a las lecciones.
Del 21 al 23 de este octubre lluvioso, el Festival Gabo se realizó por primera vez en Bogotá. El Gimnasio Moderno fue la sede principal. Se celebraban los 40 años del Nobel para Gabriel García Márquez, a quien nos pareció oír en cada rincón del claustro leyendo sus novelas de amores contrariados. Es como si hubiera regresado directo desde Estocolmo, en un viaje por los cielos de la poesía, “la única prueba concreta de la existencia del hombre”.
Estamos de fiesta por cuenta de la selección femenina de fútbol Sub-17 luego de llegar como finalista del Mundial Femenino de la India tras eliminar a Nigeria en penales, luego de empatar cero-cero. ¡Estamos en la final! Somos finalistas titulaba la cuenta oficial de la Selección.
Los ochenta días de la presidencia de Gustavo Petro suscitan incertidumbre sobre el rumbo del país. El presidente no logra orden ni consensos entre las varias tendencias de los partidos de gobierno y de su izquierda, lo que lo obliga a mostrar, unas veces condescendencia, y otras, agresividad mal contenida.
Jugar al fútbol no te hace menos femenina, pero si te hace más fuerte y luchadora
Anónimo.
La Selección Femenina de Fútbol Sub-17, con su clasificación, taparon la boca a más de un dirigente y periodista que siempre desconocieron el trabajo y el pundonor de nuestras aguerridas jugadoras.
Martin Heidegger (1889-1976) caracterizó lo que él llamó “existencia inauténtica” mediante un rasgo fundamental del “ser-ahí” (nosotros), al que nominó “avidez de novedades”. Se trata de un interés permanente (e insoportablemente esclavizador) de buscar “lo nuevo”, la primicia, lo más reciente, es decir, vivir una vida en estado de “actualización permanente”.