Así como la política es el arte del manejo del Estado, quienes a ello se dedican son los llamados políticos, cuya tarea primordial no es solamente la de interpretar debidamente a los ciudadanos de un país sino orientar. Los que así trabajan son los llamados dirigentes en quienes por su sabiduría la gente les deposita confianza y les delegan su representación para que dirijan y orienten. Nuestro país ha sido prolífico en dirigentes y políticos de esta naturaleza; en nuestro pasado reciente uno que se distinguió por su capacidad de dirigir y orientar fue Alberto Lleras Camargo.
Nuestro Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define la palabra "desconfianza" como la falta de confianza, el tener poca seguridad o esperanza en una persona o cosa y precisa que el vocablo "confianza", por el contrario, es la certeza firme que se tiene al respecto , indicando que el verbo "confiar" es una manera de depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la buena opinión en que se le tiene, la hacienda o la suerte de cualquier asunto de interés.
Cuando un escritor desea ser de todas partes, no llega a ser de ninguna.
La aspiración de universalismo de un autor nace de su vinculación a una tierra y a una época. Recordemos La María de Jorge Isaac, La Vorágine de José Eustasio Rivera y la famosa y reciente obra, traducida a 24 idomas: Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.
El análisis del extenso y valioso aporte de Salomón Kalmanovitz no ha permitido el estudio acelerado de Desarrollo Económico y Social de Colombia. Siglo XX (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2001) por Gabriel Misas Arango (editor); se espera finalizar la revisión de dicho aporte con referencia a ideas sueltas. Se cita la revolución de los comuneros que, al orientarse al ángulo fiscal, guarda similitud con la guerra de independencia de los Estados Unidos, aunque la comunera, en relación a España, careció de tal orientación.
En estos días estaba sentada en un pupitre de un despacho público equis, haciendo mi tarea mientras en el cubículo contiguo se llevaba a cabo un proceso de selección de nómina paralela, tercerizada a través de una agencia de cooperación internacional, la cual al final del camino opera con nuestra plata.
Yo no acampo en la Plaza de Bolívar. Al menos no en el sentido literal de dormir en una carpa y congelarme a media noche, entre la sombras del holocausto y las vergüenzas que se cocinan en el Capitolio.
Aunque se desconoce aún el texto de la regresiva reforma tributaria, todo apunta a la mayor metida de mano al exhausto bolsillo de las clases media y baja colombianas. No hay nada que se traduzca en algo estructural que nos lleve a eliminar la inequidad que hoy reina en este país.
Nos embolatan afirmando que todo obedece a los bajos precios del petróleo. Estos llegaron a cien y más dólares el barril y cayeron luego a 20. Pero ¿qué se hicieron esos abultados ingresos? ¿A dónde fueron a parar? “No saben, no responden…”
La colaboración más urgente para conseguir la paz, en estos momentos, sería un desminado humanitario del lenguaje.
Si de verdad queremos eliminar la violencia física, debemos empezar renunciando al lenguaje violento. No habrá paz en el país si no hay paz en los espíritus.
En Colombia todos lo sabemos, pero seguimos actuando como si lo ignoráramos.
Se oyen voces en el sentido de que una de las fórmulas que se podrían considerar para encontrarle una salida a la incertidumbre que se está viviendo como consecuencia del triunfo del No en la jornada plebiscitaria del pasado 2 de octubre, es la de remover la sujeción de la entrada en vigencia del acto jurídico para la paz, prevista en el artículo 5, a la refrendación popular.
Llegar a un nuevo convenio con las Farc, el que empezaría a discutirse esta semana, no va a ser tan rápido como presionan el Gobierno y la extrema izquierda, todo con el fin de que los que negaron los acuerdos previos acepten solo unos retoques.