Se afirma que los acuerdos suscritos con las Farc constituyen en conjunto la formulación de una nueva Colombia. El acuerdo en el tema agrario hace énfasis en la formalización de la tenencia de la tierra. Deja, sin embargo, el sabor de buscar el regreso a un contexto agropecuario que no es el actual: el de minifundios desligados en su proyección de un entorno global bien distinto del imperante hace sólo dos o tres décadas.
Cuando lo nombraron en Colombia, en abril del 2014, advertí aquí que eso evidenciaba la importancia que Washington daba a Colombia como aliado geopolítico. Que se trataba del diplomático de más alto rango que había venido al país desde que Bolívar recibió al embajador Harrison.
Mis amigos de la extrema derecha cuestionaron ese argumento diciendo que “una golondrina no trae el verano”, y que Estados Unidos no apoyaría un acuerdo con los “narco políticos de las Farc”.
Difícil fue votar por el No en el plebiscito, frente a millonarios presupuestos y agobiantes campañas que, minuto a minuto, promueven la paz con engañosas obviedades. Que la paz es mejor que la guerra, ¡pues claro!
Difícil votar por el No, con la comunidad internacional, que apenas de lejos conoce la realidad colombiana, aplaudiendo un acuerdo que socava nuestras instituciones y que nunca habrían permitido en sus naciones.
Se cumplieron 23 años de la emboscada de las Farc a mi amigo desde kínder,José Gabriel Ruiz Salgado, quien días antes de su asesinato se había casado con mi también amiga Mónica Londoño Forero; hablé con ella sobre el proceso de paz y me dijo que había perdonado desde hace más de veinte años a la guerrilla por su ataque, aunque no ha recibido del Estado un verdadero resarcimiento, como tampoco miles de viudas de soldados, suboficiales y oficiales.
Colombia atraviesa por un momento histórico muy importante, como lo es la firma y ratificación de la paz, que marcará la ruta de un nuevo futuro con grandes cambios y dejará huellas positivas para para las nuevas generaciones.
Este acuerdo de paz entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno Nacional tiene al mundo entero con la mirada puesta en Colombia, pero internamente destapó las más grandes pasiones entre líderes políticos. Un acuerdo que polarizó al pueblo entre el Sí y el No y sacó a relucir crueles y aberrantes instintos del ser humano.
Hoy, cuando se publica este artículo, ya se conocen los resultados de la votación del plebiscito que darán lugar a múltiples interpretaciones. Sin embargo, desde ahora es posible desentrañar unas realidades que podrían no variar con el triunfo del Sí o del No. En cualquiera de estas dos hipótesis resultaría claro que no se volvería a la contienda armada, no solamente porque las Farc han agotado su voluntad bélica y su capacidad militar, sino también porque no están dispuestas a declinar las inmensas concesiones que obtuvieron en la negociación de La Habana.
Entramos en la recta final. Pocas veces había presenciado el país un debate tan intenso. Y es entendible: nunca habían estado tantas cosas en juego para el futuro del país como las que se definen con la votación hoy del plebiscito.
Lo que suceda hoy tendrá una inmensa influencia en el perfil futuro de Colombia. Así será, porque impactará distintos sectores del país.
Más allá de los accidentes peculiares de su propia trayectoria histórica, de las diferencias de acento y las disparidades en sus condiciones materiales de vida, los pueblos iberoamericanos comparten un patrimonio común que constituye su seña más clara de identidad. Aunque este patrimonio común no conduzca por generación espontánea a la integración, y ni siquiera a la convergencia o a la absoluta sintonía, ejerce una innegable fuerza gravitacional sobre sus destinos, y ofrece un sólido puntal para construir, colectivamente, una estrategia de inserción y proyección a escala global.
Cuenta la Sagrada Escritura que cuando el rey Salomón fue encargado de gobernar a su pueblo, le pidió a Dios, por encima de las apetencias típicas del poder, el don de la sabiduría y lo hizo en los siguientes términos: “Concede, pues, a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal”. La respuesta de Dios fue acorde a sus peticiones: “Te concedo un corazón sabio e inteligente”. En este orden de cosas es quizás en el que deberíamos situarnos en este momento de Colombia todos los ciudadanos.