Por allá en 1956, Mao Tse Tung estaba muy preocupado por el estancamiento del proceso revolucionario en China.
Fundada en 1949, la República Popular se había desgastado enormemente en un proceso de reforma agraria rodeado de excesos y arbitrariedades.
Animado por su primer ministro, Zhou Enlai, Mao comprendió entonces que era necesaria una apertura mediante la cual se oxigenara al régimen autoritario identificado por la persecución y la amenaza.