Hace catorce años, Hugo Chávez, el tirano considerado un “gran líder latinoamericano” por el presidente Petro, le regaló al presidente Obama una copia de Las venas abiertas de América Latina. Cuando se publicó en 1971, ya era un libro obsoleto.
Después de su desaparición en París por un día completo, aún no explicada, Gustavo Petro regresó a Colombia, enfurecido y desconcertado por la “Marcha de la Mayoría”, en todas las ciudades colombianas, ocurridas mientras él presentaba un rabioso y fantasioso discurso en la Universidad de la Sorbona, hecho al mejor estilo de las novelas de ciencia ficción.
El viernes de la semana pasada nos cupo el honor de asistir al relevo del mando en la policía metropolitana de la ciudad de Bogotá, un acto que, como se acostumbra en la institución, tiene la gala, rigurosidad y protocolo contemplado en los reglamentos. Pero, en esta ocasión, tuvo un ingrediente especial: el comando lo asume una general de la institución, convirtiéndose en la primera mujer que contrae tan importante compromiso, como es el comandar la unidad más representativa de la institución.
Siendo Petro alcalde de Bogotá, la Procuraduría lo destituyó e inhabilitó por violación de sus deberes en los casos de las basuras y las tarifas del SITP.
Ya lo habíamos advertido, que mientras Colombia estaba en el radar de la Transición energética a nivel global en un lugar muy destacado y se convertía en un polo de atracción de las inversiones en proyectos para generar energía a partir de fuentes no convencionales y renovables (Fncer), la ejecución de los proyectos que fueron asignados en las tres subastas que tuvieron lugar entre el 2019 y el 2020, que comprometen 2.400 MW de potencia, auguraban un boom inusitado de las mismas, está empantanada y la entrada en operació
Resulta difícil de analizar la explosión de violencia urbana provocada por la absurda muerte de Nahel, adolescente francés de origen argelino, a quien un policía disparó por negarse a detener el vehículo que manejaba durante un control de rutina en las calles de Nanterre.
Frente a los agravios que se generan en tiempos tormentosos, donde líderes populistas quieren deslegitimar las hazañas de nuestros próceres, no podemos aguardar más tiempo para deshacer los calificativos con los que piensan borrar de la historia los importantes acontecimientos que, sin lugar a dudas, nos dieron la independencia.
No queda ni una semana para que empiece la campaña electoral en España y la tensión crece entre los políticos que aspiran a representarnos y se transmite a los ciudadanos, a todos nosotros. En lugar de aprovechar la ocasión para buscar equilibrios, vías de encuentro, soluciones para los problemas de la ciudadanía, diálogo y consensos políticos, se exacerban las diferencias y se construyen discursos políticos excluyentes.
Ayer no más, 29 de junio, el alcalde de Sincelejo denunció que más de 300 locales comerciales cerraron, porque sus propietarios no resistieron la amenaza de la extorsión.
¿Matrimonio homosexual? ¿Derecho a adoptar por parte de personas del mismo sexo? Parecerían ser reclamaciones ya obsoletas puesto que el relativismo sigue “avanzando”: con lo “queer” ya no importa la verdad sobre el hombre y la mujer como punto de partida de cualquier consideración ética, sino la visión de la realidad condicionada por el desenfreno sexual. Lo que se está poniendo de moda y pretende regir en leyes y en medios es lo “queer”, que ha convertido en enemigo al “régimen heteropatriarcal”.