Las guerras civiles en el Imperio romano junto con su posterior caída, tuvieron un origen. Frente al río Rubicone que separa a la Galia de Roma, Julio Cesar se encontraba con sus tropas. En la antigua Roma existía una costumbre. Consistía en que ningún oficial del ejército entraba con armas una vez cruzado el Rubicone.
EL regocijo por los asomos de paz tiene filtraciones claras de preocupación entre habitantes de zonas golpeadas por las Farc en distintas épocas, por secuestro de adultos, producto de extorsión económica, además de retención de menores para ir a filas.
En Caquetá, Huila y Meta, la inquietud ciudadana se mantiene para establecer el paradero de los suyos, por incumplir o negarse a pagar la denominada ´vacuna´. En otros casos, tomados de manera directa, en las fincas y residencias.
Una vez conocido el texto final de los acuerdos de paz con las Farc, un libro de 297 páginas, un extenso catálogo de compromisos y reformas, el mismo que la inmensa mayoría de los colombianos jamás leerán por largo y tedioso, además poco comprensible al conocimiento del ciudadano común y corriente. El texto es leído por estudiosos, interesados y algunos políticos a favor o en contra. Pero siendo realistas ese acuerdo está bien establecido y es producto de miles de horas de conversaciones entre guerrilleros y negociadores del Estado, pero no traerá la paz a Colombia.
Hemos defendido siempre la tesis según la cual la paz, como valor de primer orden dentro del sistema jurídico colombiano, no se logra mediante la guerra. Es necesario el diálogo, particularmente cuando, como nos ha ocurrido con las Farc, el conflicto del que se trata ha sido tan prolongado, tan cruel y tan complejo. Un diálogo razonable y honesto, que facilite el perdón de lo perdonable y haga posible, dentro de las reglas institucionales, la sustitución de las armas por la actividad política de los antiguos guerrilleros.
Lo que ocurrió esta última semana, que no es otra cosa que la terminación del conflicto armado con las Farc, es un hecho histórico que debe producir emoción en todos los colombianos y más aún en aquellos que después de tantos años de violencia, de una u otra manera, en el transcurso de su vida han trabajado en el propósito de conseguir la paz. A todos nos hubiera gustado ser protagonistas de este acuerdo final. Pero no podemos, por el solo hecho de no haberlo sido, ser egoístas ni mucho menos mezquinos.
En un futuro casi inmediato, las Farc, la narco-guerrilla más rica del mundo, se habrá transformado, ante los ojos atónitos de los colombianos, en el partido político más rico del país. Entonces serán casi imposibles de derrotar. Tendrán millones para gastar en sus campañas, inclusive para comprar votos, práctica que como todos sabemos está vergonzosamente enraizada y extendida en nuestro país.
Hay que cimentar la presunción de buena fe y creer en la intención sincera de la paz, pero eso no es bastante. Necesario es que el pueblo deponga las armas y he ahí el problema. El resentimiento que se anida en el inconsciente colectivo es la causa última de la violencia que azota al país e impide su reconciliación, empezando por el genocidio del colonizador.
El acuerdo final para la terminación del conflicto trae varios puntos cruciales que seguramente pondrán a pensar al país pero algunos, a más de críticos por sus perfiles, son llamativos, pues debido al conocimiento y experiencia nacional, permitirán en su implementación y desarrollo auditarías y así se podrá comprobar el cumplimiento de lo acordado por las partes.
Comienzo el análisis detenido de lo pactado en el proceso de Paz, pero quiero, desde la academia, en primer término, destacar “el contrato de reciproco respeto" entre las Fuerzas Armadas y la Sociedad Civil. Durante el tiempo del conflicto los militares cumplieron con sus obligaciones, es posible que algunos integrantes incurrieran excepcionalmente en la comisión de delitos, sin embargo el profesionalismo de la institución no admite discusión.
Los olímpicos terminaron y, como dijo Yuberjen Martínez, medalla de bronce en boxeo, ya nadie se acuerda de que ha sido, de lejos, la mejor presentación de Colombia que hasta Sidney 2000, solamente había ganado en total una medalla de oro, dos de plata y dos de bronce. Colombia ha ganado en la historia cinco medallas de oro (tres en Río), ocho de plata (dos en Río) y catorce de bronce (tres en Río). De las veintisiete medallas conseguidas hasta ahora, doce las han ganado hombres y quince las mujeres y de las de oro cuatro para mujeres y una para hombres.