Se ha dado inicio a los juegos olímpicos en Brasil, un encuentro que
reúne a los deportistas de mejor rendimiento de los distintos países,
con la sombra del doping de la delegación rusa, e incluso el cambio de
la delegada presidencial en el Comité Olímpico Colombiano, habiéndose
designado hace poco a Cecilia “Chechi” Baena en reemplazo de María
Luisa Calle.
El único límite a los sueños es la cruda realidad del bolsillo. Por ello, frente a una economía en aprietos, la profusión de mermelada y una corrupción galopante, los Acuerdos de La Habana y, en particular, la Reforma Rural, o serán un tremendo conejo para las Farc, o apenas un montaje para pavimentar su camino de reincorporación, impunes, millonarias, con sus tierras, sus mal habidos recursos y sus derechos civiles intactos; listas para entrar a la política colombiana.
“El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas...Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar las barreras sociales”, Nelson Mandela
Es inaudito que el deporte y los deportistas sean utilizados, manipulados con fines políticos oscuros o con objetivos predeterminados para buscar resultados contrarios a las gestas olímpicas.
El país se prepara para conocer el Acuerdo Final con las Farc y para pronunciarse sobre su contenido en un plebiscito en el que tendrá que votar Sí o No, sin que ninguna de las opciones implique volver a las hostilidades, sino simplemente acogerlo en su texto original o abrir la puerta para mejorar sus condiciones de sostenibilidad y perdurabilidad. Esa decisión debe ser fruto de de una información completa y de una pedagogía sin sesgos que le permita al elector pronunciarse sobre la opción más favorable para los altos intereses de los colombianos.
El único límite a los sueños es la cruda realidad del bolsillo. Por ello, frente a una economía en aprietos, la profusión de mermelada y una corrupción galopante, los Acuerdos de La Habana y, en particular, la Reforma Rural, o serán un tremendo conejo para las Farc, o apenas un montaje para pavimentar su camino de reincorporación, impunes, millonarias, con sus tierras, sus mal habidos recursos y sus derechos civiles intactos; listas para entrar a la política colombiana.
Por las redes circulan opiniones del físico Stephan Hawking, algo lúgubres como es de esperar de un especialista en agujeros negros. Dijo “Las máquinas no traerán un Apocalipsis, pero la avaricia humana lo hará”. Pronostica que “la inequidad económica se dispararía a medida de que los puestos de trabajo se convirtieran en tareas automatizadas, ocupadas por las máquinas, y los ricos, dueños de esas máquinas, se rehusarán a compartir el rápido bienestar que este proceso les generaría”.
Me opongo a dejarme robar la vida. Ella es mi sueño, mi esperanza, mi razón de ser, la comprensión de lo que soy, la autenticidad misma de un caminante con deseos de abrazar horizontes armónicos. Es una lástima, por tanto, que en todo el mundo proliferen los mercaderes de espíritus. Reivindico la poesía como aliento ante tantos acosos y ahogos existenciales. Todo se condensa en el verso y la palabra, adquiere sentido e imprime orientación. Es lo que pienso, porque uno reflexiona sobre sí mismo, y sobre la realidad que lo circunda.
“Apreciado Señor Presidente del Conservatismo:
Me dirijo a usted en mi condición de miembro de la comisión de paz del partido conservador, para hacer público mi voto por el Sí en el plebiscito que se avecina. Y para sumarme a quienes piensan que así debe votar el conservatismo.
Sea lo primero felicitarlo por la posición aplomada que he percibido de su parte, en relación al debate interno que se ha suscitado al interior del partido sobre cómo debe votar nuestra colectividad en el plebiscito sobre los acuerdos que se han alcanzado en La Habana.
¿Qué han hecho países como España, Estados Unidos, Chile, Inglaterra, Canadá, por citar a algunos, con los miles de colombianos que les han llegado en los últimos años en forma legal o ilegal? A la larga, recibirlos, ayudarles, acogerlos y hasta hacerse los de la vista gorda para no tener que sacarlos corriendo por uno que otro malhechor que se cuela en las olas migratorias. Como dice el Evangelio frente al hombre que le fue perdonada una gran deuda, pero no perdonó al que le debía una pequeña cantidad: (Colombia) ¿No deberías hacer tú lo mismo?
"Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada". Así empieza a contar Tolstoi la historia de Ana Karenina. Quizás la frase pudiera servir de introducción, o al menos como epígrafe, a la hora de narrar la historia política contemporánea de América Latina.