En Colombia, el Estado se ha convertido en el peor enemigo del ciudadano. Lejos de atender las problemáticas sociales, administrar justicia y garantizar seguridad, se ha encargado de sofocar la iniciativa privada, desestimular la actividad empresarial y el libre mercado. En lugar de promover el desarrollo, humano, económico y social, el Estado satura al individuo y a la empresa con impuestos y trámites.
Hace unos días deje una constancia ante la Comisión Hemisférica para la Fiebre Aftosa, Cohefa, sobre los riesgos por el desmonte, por cuenta de la persecución a Fedegán y la liquidación del Fondo Nacional del Ganado (FNG), del equipo humano que hizo posible su erradicación en nuestro país. Era un derecho del gremio que impulsó el reto de la erradicación hace 20 años, promovió su conversión en Ley de la República, lo financió con la parafiscalidad, lo ejecutó con eficiencia y obtuvo un resultado exitoso.
EL proceso del fin del conflicto está próximo. Lo que falta es una visión, un sueño el nuevo país. Los partidos no parecen dar la talla para ese uso de la imaginación, imaginación que es la más científica de las facultades. Se quedan cuestionando o francamente oponiéndose ante este inevitable hecho histórico como plañideras. O lo apoyan, sin embarcarse en la reconstrucción que supone.
Después de la sentencia de la Corte Constitucional sobre la ley del plebiscito sorprende la continuidad de conductas que contravienen contenidos de la decisión de ese Tribunal.
La presentación, por la senadora Vivian Morales, del proyecto de referendo que propone consultarle al constituyente primario su acuerdo o desacuerdo con que la adopción solo se le pueda otorgar a parejas conformadas por un hombre y una mujer, coloca a prueba la salud de la democracia participativa. ¿Cómo se podría entender que no se convocara un referendo, con su exigente umbral y en cambio sí se convocara un plebiscito de umbral famélico? Si eso ocurriera la respuesta no puede ser otra sino la de que la ideología de género se impone sobre la democracia participativa.
En entrevista televisiva el nuevo director de Aerocivil dijo que a partir de ahora el consumidor será “su majestad el usuario”. Y, calificó su gestión como “una aviación para la paz”.
El presidente del Directorio Nacional Conservador, David Barguil, le notificó a la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez que las diferencias deben tramitarse al interior de la colectividad y no en público. No tiene por qué saberlo pero el congresista Barguil ignora que el conservatismo -al cual pertenecemos millones de colombianos no necesariamente próximos a la institucionalidad partidista- tenemos en el libre examen y en la discusión pública las reglas de oro que nos vienen de Simón Bolívar.
Lo acaba de revelar el estudio sobre “Bogotá, cómo vamos”. Esta realidad, aunque se trate de ocultar el sol con las manos, es, en parte, un poco el signo más letal del desorden sexual en que vive nuestra sociedad. Y desorden acerca del cual es bastante difícil decir algo, pues ha entrado en esa lista de temas que se han vuelto intocables y que en últimas ha sido depositado en manos de cada persona, tenga o no criterio para manejarlo con sabiduría y de acuerdo con el fin específico de la misma sexualidad. Y esto se ha vuelto la locura furiosa desde todo punto de vista.
Cuando se nublan los horizontes se anhela que aparezcan rayos de luz y caminos protegidos para proseguir hacia metas anheladas. Luces y protecciones terrenas son siempre deficientes, pero, cuando con fe, invocamos las luces divinas y la fortaleza de lo Alto, nos sentimos firmes en toda circunstancia por difícil que parezca. Invocando al Sagrado Corazón y a María, Reina de Colombia, confiamos en finales despejados y rocas firmes para nuestro peregrinar.
Nadie puede dudar de que la desaparición de las Farc será buena para el país, si es que ese es el resultado del actual proceso.
Que cesen los secuestros, las masacres, y todos los delitos que han cometido durante tantos años, creará un clima propicio para el mejoramiento de las condiciones de muchas regiones.
Sin embargo, el camino que escogió el Gobierno para que el pueblo colombiano se pronuncie sobre los acuerdos va a hacer mucho daño.