El presidente del Directorio Nacional Conservador, David Barguil, le notificó a la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez que las diferencias deben tramitarse al interior de la colectividad y no en público. No tiene por qué saberlo pero el congresista Barguil ignora que el conservatismo -al cual pertenecemos millones de colombianos no necesariamente próximos a la institucionalidad partidista- tenemos en el libre examen y en la discusión pública las reglas de oro que nos vienen de Simón Bolívar.
¿Sabrá Barguil que fue a la intemperie y con tinta y papel frescos que el expresidente Misael Pastrana Borrero y el excandidato Álvaro Gómez Hurtado debatieron durante casi 15 años sus puntos de vista? ¿Sabrá que del debate entre los ex presidentes Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, ambos indisputablemente conservadores, nació, por ejemplo, el diario La República como alternativa a EL SIGLO? ¿Sabrá que Guillermo Valencia y el general Alfredo Vásquez Cobo optaron por el carácter público de sus divergencias en 1930 y este hecho abrió la puerta a la presidencia de Enrique Olaya Herrera? ¿Sabrá que ni siquiera en la larga hegemonía conservadora hubo silencio en las toldas conservadoras y así Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro (candidatos a presidencia y vicepresidencia) enfrentaron en 1892 las candidaturas de los conservadores históricos general Marceliano Vélez y José Joaquín Ortiz?
Desde las páginas donde aparece hoy esta columna controvirtieron Laureano Gómez y José de la Vega entre 1936 y 1965 por el bien del país. Y lo hizo con sus copartidarios Belisario Betancur a raíz del golpe de Estado del tirano Gustavo Rojas Pinilla. Tampoco ocurre hoy bajo la dirección de Juan Gabriel Uribe. Por sobre todo va la libertad de opinión. La excusa mezquina y estúpida de que la ropa sucia se lava en casa jamás fue esgrimida para taponar el debate libre que es esencia del conservatismo.
Las dagas y fustas para silenciar operan hoy en los recintos cerrados de la política recortada y aterrorizada. Siria y Libia, verbigracia. Donde se persigue la mujer y castiga la opinión femenina. Quienes sentimos hondo y conocemos la historia de Colombia tenemos claro que no se permitirán las intimidaciones sobre nadie. Menos sobre una jefa natural como es Martha Lucía Ramírez quien no se encuentra a estas alturas de la historia patria en la posición de aceptar mandatos de acallamiento de nadie.
Las posiciones de Barguil tienden a recostarse en versiones enmohecidas de conservatismo. Se perciben dotadas de respaldos teóricos frágiles y endebles y, eso sí, arrogancia en superávit. Da la impresión de que Barguil no se hubiera enterado de las coordenadas por las que navega el conservatismo global. ¿Conocerá el sentido social del conservatismo de Angela Merkel y Theresa May? ¿Cuándo ha hecho un pronunciamiento de fondo sobre la crisis fiscal que enfrentamos o las falencias de política exterior?
Dijo el doctor Álvaro Gómez Hurtado que hay mucho más conservatismo que partido. Su frase es hoy más cierta que nunca. Frente a posiciones definidas de todos los participantes del espectro político -Centro Democrático, Cambio Radical, Verdes, Polo Democrático, Partido Liberal y U- el Partido Conservador perdió sus elementos de identificación.
Hay congresistas valiosos y experimentados. Pero va llegando la hora de proyectar liderazgos más sólidos, definidos y compenetrados con las realidades nacionales y globales. Están las ex candidatas Noemí Sanín y Martha Lucía Ramírez. También el expresidente Andrés Pastrana. Las jefaturas naturales han jalonado el conservatismo y estimulado más la colectividad.
Llegó la hora de que esto ocurra. Mientras tanto, bienvenida la controversia, doctora Ramírez, pues en una Colombia con mínimos democráticos estamos y no en las cavernas de países desgarrados por el terrorismo y el odio cavernario.
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