No habrían terminado de celebrar la aprobación de la ponencia de la reforma a la salud en la comisión 7, ni de abrazar a la ministra Carolina Corcho, cuando el presidente Petro aguó el espectáculo.
Después de haber conmemorado, como se merece, el insuperable milagro de la Resurrección de Jesucristo, en una Semana Santa bien aprovechada, seguimos anhelando, para bien de las naciones y del mundo entero, nuevo milagro grandioso de múltiples aspectos. Se trata del estilo, de gobierno, en las naciones, que, con debido respaldo, busquen verdadero bien general y no rebatiña de intereses económicos y políticos. Hay que pedir a Dios este milagro, y prestar colaboración y apoyo solamente a cuanto en ese estilo se vaya programando.
Por iniciativa gubernamental se radicó en el Congreso el proyecto de acto legislativo para crear la Jurisdicción Agraria y Rural. Se encabeza señalando que “se busca saldar una deuda pendiente con la implementación del Acuerdo de Paz y del acceso a justicia para los campesinos y demás personas que viven en predios rurales”.
Durante estos días se está celebrando en Corferias el aniversario 35° de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, un evento organizado por la Cámara Colombiana del Libro y Corferias, que se ha convertido en un patrimonio de los colombianos y en una plataforma fundamental para la promoción de la lectura y la cultura en nuestro país.
Lo de Cecilia López esta semana no fue sutil ni indelicado. Fue un ataque directo a la actual ministra de Minas y Petróleo, Irene Vélez.
Estamos en una etapa en que los derechos humanos han tomado enorme protagonismo, no solamente como un tratado internacional, sino como un reclamo constante y creciente, desde niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, etnias, homosexuales y en fin tanto derecho, pero pocos deberes.
Los suicidas reencarnan en árboles en el círculo infernal de Dante, es decir pierden la libertad de optar, pierden la movilidad. Y las arpías les destrozan las ramas, según el poema. En cambio, los países suicidas no mueren, pero si penan por años en un purgatorio en vida, en el que sufren destierros, hambrunas, despotismos, tal como le ocurrió a Cuba, Venezuela, Nicaragua, cuyos felices gobernantes se aferran a sus rígidas fórmulas económicas de suicido lento.
En la Feria Internacional del Libro, que tiene lugar por estos días en Bogotá, me he permitido presentar un nuevo trabajo bibliográfico sobre temas jurídicos, en esta ocasión acerca de la necesidad de preservar, con sindéresis e independencia, el imperio y la plena observancia de los valores, principios y reglas de nuestro máximo ordenamiento: la Constitución de 1991.
Hace unos días, en la tarde, al salir de un restaurante en la carrera 13 con la 85, resolvimos caminar hacia el Centro Comercial Andino. En un par de cuadras mi marido comenzó a sentirse muy cansado, pensé que se debía a su edad y tomamos la decisión de entrar a un café de la zona T para descansar. En pocos minutos yo también me sentí profundamente cansada y mareada.
Han pasado varios años y la sociedad se sigue quejando de la inseguridad en todos los rincones del país, tanto en el ámbito rural como urbano. Es una inseguridad de innumerables tonalidades, que nos acosa con diferentes presentaciones y disimiles modalidades.