Los suicidas reencarnan en árboles en el círculo infernal de Dante, es decir pierden la libertad de optar, pierden la movilidad. Y las arpías les destrozan las ramas, según el poema. En cambio, los países suicidas no mueren, pero si penan por años en un purgatorio en vida, en el que sufren destierros, hambrunas, despotismos, tal como le ocurrió a Cuba, Venezuela, Nicaragua, cuyos felices gobernantes se aferran a sus rígidas fórmulas económicas de suicido lento. Tras sus revoluciones anti imperialistas, culpan al imperio de sus fracasos. Pierden el sentido del humor, de la amarga ironía. Sus ídolos son Fidel Castro, el Che Guevara, Chávez, y Ortega.
Temíamos que Colombia tuviera síndrome suicida con la presidencia de Gustavo Petro, pero un país que ha tenido una guerra interna casi continua desde el siglo XIX, al parecer se aferra a la vida. Y sus instituciones surgidas justamente de ese torbellino, funcionan y aguantan.
Entonces el Imperio mira a Colombia con otros ojos. Sabe que su guerra interior ha sido subvencionada por su adicción imperial a los alucinógenos y sostenida con sus armas y su tecnología. Y que Colombia ha tenido un sector dirigente que sufre con paciencia los dolores del pueblo que le son ajenos, y que el bendito índice gini de la desigualdad social les interesa poco. Y, en fin, que son la única dirigencia del hemisferio que tiene un conflicto interior en flagrancia.
El imperio entonces recibe bien al nuevo mandatario, lo trata con respecto, tal deferencia no la vio el servil presidente Uribe que les había ofrecido siete bases sin consultar al Senado, ni el indolente Duque al cual solo lo recibieron para informarle que su ojeriza contra el gobierno venezolano debía ser mitigada pues el imperio estaba necesitando el petróleo de la Chevron. Que su interés geopolítico había cambiado con el advenimiento de la invasión rusa a Ucrania. No necesitaban ya de gratuitos incondicionales más papistas que el Papa. Aunque esos aliados siguieran gritando “lobo nos traga el lobo”, al haber perdido por ineptos el gobierno de Colombia.
Estados Unidos ve en Petro presidente un enlace necesario para sus intereses. Saben que la relación no es de dependencia sino de interdependencia esencial. Colombia juega hoy en la balanza de correlación de fuerzas latinoamericanas frente al imperio, un papel nunca pensado. No solo por su manejo de las finanzas en manos de un banco central autónomo del tire y afloje de la política partidista, sino por el bloque de países que se alejan o dudan ante el fin de un mundo regido solo por Estados Unidos.
El comercio exterior de la región está siendo copado por China en numerosos casos, no así en el caso colombiano. Y desde luego su presidente insiste en que el imperio tome en cuenta la transición hacia un mundo no dominado por los hidrocarburos. Es un cambio, es claro, pero como en todo cambio existe la posibilidad de arreglar a veces, lo que no estaba roto.
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