En el Museo de Arte Moderno de Medellín
“Caliban”, la exposición que cuestiona la identidad antioqueña

Museo de Arte Moderno de Medellín

“Caliban”, anagrama de la palabra caníbal, es una exposición que reflexiona y cuestiona la identidad antioqueña. Es del artista cartagenero radicado en Medellín Roberto Ochoa y se encuentra exhibida en el Museo de Arte Moderno de Medellín hasta el próximo 9 de abril.

En esta exhibición fueron invitados los artistas Danny Castaño, Mariana Gil Ríos y Wallace Vieira Masuko. “Caliban” está pensada como un "playground". Se trata de una instalación lúdica que mezcla mobiliario escultórico y videos creados a partir de la recombinación de símbolos de la Antioquia moderna. Roberto Ochoa señala que toma como punto de partida dos referencias en las que la visualidad ha sido producida en función de los imaginarios sobre la antioqueñidad: el trabajo escultórico de Fernando Botero y la película "Bajo el cielo antioqueño" (1925). 

El término fue acuñado en 1971 cuando el intelectual cubano Roberto Fernández Retamar escribió para la revista "Casa de las Américas" su célebre ensayo “Caliban" e introdujo en el debate sobre la identidad en América Latina y el Caribe la figura del “salvaje” para interpelar la formación histórica de la región. El uso antropofágico del término por parte de Retamar, más distante de "La tempestad" shakespereana o del ensayismo de Montaigne (donde había tenido sus orígenes), y más cercano a las ideas emancipatorias de los pensadores antillanos Aimé Césaire o George Lamming, proponía invertir la imagen que desde el proceso colonial se había forjado de América Latina. "Caliban" era para el ensayista cubano una posibilidad de emancipación con respecto a los centros de poder hegemónicos.

Esta exposición toma la potencia de esta imagen, en la que el caníbal se rebela para interpelar la historia y la identidad, con la intención de proponer una lectura que permita cuestionar los imaginarios heredados en Antioquia luego del proceso que, principalmente entre los siglos XIX y XX, fue conocido como “colonización antioqueña” y que contribuyó, entre otras cosas, al desplazamiento y eliminación de comunidades indígenas que guardaban una estrecha relación con el Caribe.

Tensiones y contradicciones

No es un secreto que la identidad en Antioquia ha sido una suerte de panteón en discordia, cargado de tensiones y contradicciones. Por ejemplo, mientras la expansión se daba hacia las tierras del sur de Antioquia, el Quindío, el norte del Valle del Cauca y el Tolima, también se daba el acceso de familias campesinas, lo que generó que el desarrollo económico abriera nuevos caminos, con la siembra de cultivos y la extracción minera. Este panorama permitió que las élites regionales establecieran grandes latifundios en los que se reprodujeron relaciones asimétricas de clase, raza y género. Si bien la primera situación pudo haber contribuido a un tipo de reforma agraria o modernidad popular, la segunda remarcó las condiciones marginales y de opresión de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas bajo fuerzas claramente patriarcales. Fue en este escenario en el que los mitos del progreso y el desarrollo fijaron los imaginarios sobre la identidad antioqueña.

El cambio de modelo económico a comienzos del siglo XX, que pasó de una economía fundamentalmente agrícola y minera a una economía industrial, requirió, de acuerdo con Pedro Adrián Zuluaga, una ambiciosa ingeniería social a cargo de las élites de Medellín. La invención del mito de la antioqueñidad estuvo a cargo de hombres blancos, principalmente de clase alta, lo que relegó a mujeres, afrodescendientes e indígenas a un plano marginal, discriminatorio y de sometimiento. Que los grupos dominantes hayan ejercido un control discursivo sobre este imaginario, bajo los signos del progreso, la pujanza y el desarrollo, hace parte de un sofisticado proceso de forja del temperamento antioqueño.

En este sentido, “Caliban” es una invitación a descolonizar el ethos paisa, una muestra que incita a pensar, desaprender, transformar y recomponer el imaginario patriarcal, disciplinado e industrializado mientras rescata otra antioqueñidad que ha sido marginada. ¿Cómo descolonizar a un colono? Esta pregunta remite a una condición de posibilidad y recuerda que la figura del colono en Antioquia no es pura, sino diversa.



Por su parte, en "Bajo el cielo antioqueño" la clase alta es retratada como una aristocracia criolla (lo que José Martí llamó “la América europea”), un borrador o una copia de la cultura burguesa de Europa: ilustrada, refinada, amante del progreso, católica y altruista.

Artistas invitados

El proyecto propone una reedición colaborativa de la película a cargo de diferentes artistas que, con fragmentos y nuevos montajes, hilvanan narrativas alternativas. Así, Danny Castaño, desde un lenguaje popular atravesado por el humor y la ironía, propone una adaptación narrativa de algunos fragmentos de la película, desmitificando la alta burguesía regional de las imágenes originales; Mariana Gil Ríos presenta una intervención interactiva en la que el público puede sobreponer su rostro sobre fragmentos editados previamente por ella, los cuales, además, se recomponen a lo largo de la exposición tejiendo diferentes lecturas que escapan de la linealidad del relato inicial, develando formas de ser y de aparecer que posibilitan nuevas narrativas; y, finalmente, Wallace Vieira Masuko sobrepone dos imágenes: la de una cámara ubicada en la terraza del Museo, que apunta hacia el horizonte y muestra una porción de lo que ocurre bajo el cielo antioqueño, proponiendo una relación entre signo y paisaje, entre la limitación del horizonte y la sensación de encierro por la geografía, mientras los intertítulos de la película aparecen en una secuencia que coincide con su lectura en voz alta.

Adicionalmente, una serie de lecturas performáticas serán realizadas durante el tiempo de la muestra. En ellas, un disfraz de mula, el animal que por excelencia permitió la colonización antioqueña, será utilizado para poner en escena las historias subterráneas de esas figuras calibanescas en Antioquia.

Por último, cabe decir que esta exposición está planteada en términos de una curaduría pedagógica. Por ello, a lo largo de la exhibición se llevarán a cabo diferentes acciones que buscan activar el diálogo sobre puntos coyunturales del temperamento antioqueño. Pensar en posibilidades de canibalizar este ethos a través del cuerpo, la comida, la geografía o la imagen misma, da lugar a un programa público que intenta extender los contenidos de la muestra más allá de los límites dentro de los cuales usualmente opera el campo artístico.