“Las primeras cosas”, de Bruno Vieira Amaral, es el resultado del diálogo que el escritor portugués ha mantenido consigo mismo en los últimos años. La novela, traducida al español en 2022 y publicada por Editorial Panamericana, obtuvo varios reconocimientos, como el Premio Pen Club (Asociación Mundial de Escritores), el Premio Literario Fernando Namora y el Premio José Saramago.
En 2016, Bruno Vieira Amaral fue considerado una de las Diez Nuevas Voces de Europa, por un jurado designado por la red europea Literature Across Frontiers.
En entrevista con EL NUEVO SIGLO, el escritor habló de sus inicios en la literatura, su trayectoria y de “Las primeras cosas”, la novela que lo llevó a ganarse el galardón literario.
EL NUEVO SIGLO: ¿Qué significó para usted y su obra ganar el Premio José Saramago?
BRUNO VIEIRA AMARAL: En Portugal hay pocos premios capaces de cambiar la vida de un escritor. El Saramago es uno de ellos y no ha fallado en su promesa: me ha cambiado la vida. Fue un honor y una responsabilidad. En mi corazón, en silencio, sentí, como cualquier otro escritor, que lo merecía.
ENS: “Las primeras cosas” es una historia llena de diversos personajes, donde muestra la soledad de Bruno. ¿Cómo logró construir esa atmósfera entre el mal humor, la desolación, pero también la alegría y la vehemencia?
BVA: La literatura es una tarea profundamente solitaria. Tal vez esta sea la contrapartida de contar la historia de otros, una soledad que nos aleja de aquellos a quienes retratamos. Para construir estas atmósferas contradictorias me limité a sintonizar con el espíritu de mi barrio, en el que un mismo hecho podía ser cómico y trágico a la vez. Siempre depende del ángulo que elijamos para la historia, ya sea del propio narrador, o un perdedor que lo pierde todo y tiene que volver a casa de su madre. Es triste, pero si la miras desde la distancia es igual de cómica porque, en un principio, claramente se considera superior a la gente del lugar al que volvió.
ENS: El barrio Amelia puede hacer una aproximación al universo humano en sus contrastes y singularidades, ¿cómo fue esa construcción?
BVA: Este era un lugar que no existía hasta 1975. A fines de ese año, Portugal recibió a más de medio millón de portugueses y africanos que vivían en las antiguas colonias, como Angola y Mozambique. Instalados en hoteles y cámpines, y cuando el país aún vivía un período revolucionario desde el 25 de abril de 1974, comenzaron a ocupar casas o edificios cuya construcción no estaba terminada. A estas personas se unieron otras que vivían en barrios marginales de las afueras de Lisboa. Y así, en pocas semanas se formó una comunidad heterogénea, compuesta por seres humanos que, en otras circunstancias, nunca se habrían cruzado, y que ni sospechaban ni les importaba mucho la existencia del otro. Nací en este crisol cultural de blancos y negros, gente que había vivido en el paraíso y otros que acababan de salir del infierno, algunos funcionarios, otros analfabetos, policías y delincuentes, prostitutas y devotas, locos y muchos que estaban al borde de la locura. En todo esto, el barrio era extraordinariamente parecido a la humanidad, una miniatura caótica de una humanidad caótica.
ENS: Cada historia del libro es una puerta que se abre, pero también una forma de conocer a Bruno y su mundo interior, ¿qué puede decir al respecto?
BVA: Lo que te puedo decir es que un escritor, voluntaria o involuntariamente, siempre revela su mundo interior, porque es él quien elige las puertas que quiere abrir, es quien decide qué historias y casas quiere que vea el lector. En esa elección uno descubre su mundo interior y, lo más importante, la mirada del escritor.
ENS: ¿Qué determinó el nacimiento de esta novela: recuerdos, lecturas, viajes…?
BVA: La idea de que no necesitaba viajar al otro lado del mundo para encontrar la historia que podía contar. Ella estuvo a mi alrededor y dentro de mí durante muchos años, solo tuve que vencer la ceguera de la ambición juvenil que nos hace sentir vergüenza de escribir sobre lo que está cerca de nosotros. Escuché y recordé tantas veces las historias de mi barrio, que finalmente reconocí que me estaban pidiendo que las contara. Las conté de la mejor manera que sabía, inventando, mintiendo, sumando, eliminando, para llegar al barrio Amélia, que es mi barrio y no lo es.
ENS: ¿Ha visitado Colombia? ¿Qué referentes de la literatura del país conoce?
BVA: La experiencia fue breve pero intensa. No conozco el país porque nadie conoce un país después de pasar solo seis días allí, pero fue un placer caminar por las calles de Medellín, cuya vegetación amenaza con devorarte; atravesar Bogotá bajo una lluvia ligera y persistente, y pasar el desayuno en un café de carretera después de un recorrido por los caminos montañosos de Antioquia. En cuanto a los escritores contemporáneos, leo a Juan Gabriel Vásquez y a Pilar Quintana, nombres que no hace falta ser espeleólogo literario para conocer. Mi estancia en Colombia me permitió conocer la obra de Gilmer Mesa, un autor aún desconocido en Portugal, con evidente perjuicio para el país y poco o nada para el escritor. Tuve la oportunidad de participar en una mesa con él en la Fiesta del Libro de Medellín y descubrir importantes afinidades entre la literatura que ambos practicamos.
ENS: En algunas entrevistas se ha referido a “Cien años de soledad” como ‘un descubrimiento deslumbrante’, ¿por qué lo dijo?
BVA: Fue una apreciación para mí y para millones de lectores en todo el mundo. Estar asombrado por "Cien años de soledad" está lejos de ser una cualidad poco común. Resulta que en el momento en que la leí era casi virgen en literatura de tanta calidad y absorbí cada línea casi como si fuera la palabra de Dios. Y hasta cierto punto, lo era.
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ENS: ¿Cómo fueron sus inicios en la literatura?
BVA: Empecé publicando en un suplemento literario de un periódico unas historias de las que no me avergüenzo pero que no recomiendo. Después tuve el privilegio de ganar un premio de poesía que, por el bien de la poesía, no me animó para seguir perpetrando otros poemas. Eran imitaciones de un poeta brasileño al que aprecio mucho, Manoel de Barros, disfrazadas con un toque personal que no mejoraba los poemas originales ni hacía inolvidables las tristes copias que compuse. Trabajé, viví, procreé y, finalmente, más maduro y menos ignorante, pero solo un poco, escribí mi primera novela, "As Primeiras Crianças", inspirada en el barrio donde crecí.
ENS: Además de escritor, también desempeñó oficios como periodista y traductor.
BVA: Si son manualidades cercanas a los libros y la lectura, mejor que mejor. De todo lo que hago y he hecho a lo largo de mi vida, aprovecho un poco para mi actividad como escritor y tanto el trabajo periodístico como las traducciones me dan herramientas preciosas, que de otro modo no tendría, para plasmar en papel las ideas que tengo en mi cabeza.
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