El pecado como costumbre

“Todo el mundo lo hace”, es el argumento que presentan no pocas personas cuando están dando explicaciones sobre sus comportamientos pecaminosos, sin ética y sin moral. La verdad es que no todo el mundo hace cosas incorrectas y aunque así fuera, eso no le crea justificación a lo que de por sí es incorrecto. Pero el “argumento” sí refleja cómo la presencia constante de comportamientos incorrectos puede volverse costumbre y, lo peor, puede crear la sensación de que por el solo hecho de ser constantes y repetitivos, ya son moralmente aceptables y no hay tal. Y otro efecto de este permanecer el mal como costumbre, es el de deformar la conciencia de muchas personas que apenas sí se hacen preguntas profundas sobre lo bueno y lo malo.

La actual arremetida de la corrupción, que no es más que el asomar con más fuerza, está dejando ver el fenómeno antes descrito. Llegar a los puestos de dirección en cualquier orden público o privado para sacar tajada, para apropiarse de lo ajeno, para meter los amigos, para obtener ventajas que desequilibran la sociedad. Hacerse al manejo del dinero para hacerlo fluir principalmente a los bolsillos propios. Aprovechar las relaciones interpersonales para satisfacer lo legítimo y lo ilegítimo.  Y volvemos sobre lo mismo: porque todo el mundo lo hace. Pero habría que añadir para ser más precisos: a través del robo, el engaño, la manipulación, la relación deshonesta con las personas, el abuso de poder. Por más que se le busquen causas sofisticadas, hay que decir que todo el que hace eso es corrupto y por tanto criminal, sin ética, inmoral, pecador consumado.

Algunas persona se le acercaron una vez a Jesús para preguntarle por la costumbre usual en aquella  época de poder repudiar a la mujer. Jesús contestó: en el principio no era así. Es decir, cuando se fundó la humanidad y el orden del universo, esas “costumbres y usos” no estaban contemplados ni legitimados. Aquí surge un criterio importante para moverse en la vida correctamente: cuál es el diseño original del ser humano, de su mente, de su conciencia, qué es lo que realmente le hace bien individual y comunitariamente. A eso tendría que ajustarse todo comportamiento. Lo demás son zonas oscuras o muy grises y que lo único que logran es que el mal se instale en todos los ámbitos como si fuera el mismo bien.

Acostumbrarse al mal es como andar con una sentencia de muerte debajo del brazo: tarde o temprano será ejecutada, aunque se crea lo contrario. Una vieja falsa ilusión del ser humano es la de la culpa no descubierta. Todo quedará a la vista un día. Hora de volver a entrenarse para el bien … y de acostumbrarse solo a él.