Las versiones contradictorias divulgadas por algunos medios de comunicación, incomodan tanto al Gobierno como a quienes esperamos documentarnos de fuentes periodísticas confiables y serias.
La ministra de Salud, Carolina Corcho, se quejó de las noticias falsas, engañosas y tendenciosas instrumentadas para tumbar la reforma a la Salud y manifestó que “solo responderá a consideraciones hechas sobre el texto real de la misma y no sobre lo que dicen que dice cuando no es cierto que lo diga”.
Quedan las redes sociales como opción para clarificar tales versiones, en lugar de los canales regulares y legítimos.
Fenómeno que se vive no solo en Colombia sino en el resto del mundo cuando Presidentes y personalidades de alto rango han optado por pronunciarse desde sus propias cuentas de Twitter, Facebook u otras, lo cual a nuestro modo ver representa un desgaste tenaz en tiempo y cursilerías, que podría obviarse con comunicados oficiales, alocuciones, circulares etc., los cuales otrora le imprimían oficialidad a los y pronunciamientos; aunque por obvias razones, no garantizaba que por fallas en comprensión de lectura o mala fe, algunos comunicadores también incurriesen en el error de decir lo que no se dijo.
La ciudadanía no quiere indicios, subjetividades ni rumores que provocan tergiversaciones y un sesgo inapropiado, muchas veces perverso.
Tampoco aprueba que se utilicen los medios para descargar emociones y causar reacciones a su amaño. “Una cosa es el periodismo …y otra el activismo”.
El entrevistado no es un enemigo; sin embargo, luego que el entrevistado sale del aire continúan las críticas, sabiendo que este ya no puede defenderse.
También hay periodistas que se creen con derecho a administrar justicia y hasta dictan sentencia sin mediar el debido proceso ni el derecho a la legítima defensa. Y no porque el sistema judicial adolezca de múltiples deficiencias, la prensa puede arrogarse esa facultad, sustituirla o reemplazarla.
No podemos caer en una “seudojusticia mediática” o “para justicia” arbitraria y desprovista de las garantías procesales.
Las falsas noticias o fake news ahora de moda, cuyo objetivo es la desinformación deliberada o el engaño con base en mensajes sesgados o distorsionados, causa la descomposición de la sociedad y estimula las malas pasiones.
Del periodismo investigativo se dice que está dedicado a revelar la verdad oculta, y por eso requiere de personal preparado y ético, de condiciones excepcionales y gracias a esa concepción del periodismo investigativo ha habido destacadas revelaciones; no así, de aquel que somete a la persona deliberadamente al escarnio público, violentándole su derecho a la honra y al buen nombre.
No se trata de volver, como lo expresó el editorial de El Espectador (06/26/2012), a “esa práctica medieval del castigo público con el que todas las personas querían resarcir un deseo de venganza inherente a la condición humana”.
Y mucho más ahora, cuando el país necesita obrar con buen juicio, objetividad y certeza ante las reformas planteadas y las demás decisiones que se avecinan, ser periodista es convertirse en el fiel de la balanza para retomar la confianza de la opinión pública, hoy totalmente confundida y mal informada.
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