Venezuela no está en crisis, lleva en crisis muchos años. La situación se agrava cada vez más, como si pese a caer y caer y caer fuese posible seguir cayendo en precipicio que no encuentra límites. La sucesión de Chávez, su escondida muerte, la dudosa elección de Maduro, y la división de poder con Diosdado Cabello, fueron otro golpe de Estado, de los tantos que ha vivido el vecino. Ante la manipulación de la información de las enfermeras y muerte de Chávez se especuló entonces que sería el fin del régimen, y no fue.
La grave situación económica, la escasez y la inflación indicaban que era el final, sin embargo todo siguió y los flagelos se volvieron de todos los días. Dejaron de pagar las importaciones, primero a Colombia luego a otros socios comerciales, pero aparecía alguien que les daba un nuevo aliento.
Las teorías de la conspiración fueron cada vez más raras: Los gringos o las oligarquías o incluso los colombianos, Uribe, la extrema derecha, los golpes que fraguaba el paramilitarismo... parecían un chiste, pero sirvieron. Causas externas y extrañas se hicieron responsables de los fracasos y el régimen continuo. Estos líderes populistas del siglo XXI niegan los hechos, no reconocen las realidades: todo es solo percepción. El debate político carece de verdades: no hay papel higiénico porque están comiendo mucho, no hay alimentos porque los colombianos se los están llevando, hay filas porque ahora sí comen...
Los campamentos de narcoterroristas en el territorio venezolano con anuencia del gobierno tampoco fueron suficientes. La evidente vinculación de figuras representativas del chavismo con el narcotráfico, incluso de los militares en el cartel de los soles no fue suficiente. Continuó el régimen aun cuando los sobrinos de Maduro fueron condenados por narcotráfico y admitieron que el chavismo tiene el control del negocio de las drogas en Venezuela.
Como no mencionar los puños y patadas que le propinaron a la oposición en el Congreso, la nariz rota de María Corina. La represión a la ciudadanía que se manifestaba: la cárcel para los líderes de la oposición desde Leopoldo López, y el alcalde Ledezma hasta los jóvenes más inofensivos que se atrevían a hablar en contra del régimen.
Desde lo institucional vimos desde Chávez la pérdida de la separación de poderes. Ley habilitante, nueva Constitución, instituciones al servicio de una ideología, milicias armadas al servicio de la "revolución". La carencia de control y la sumisión institucional dejaron ver que solo había chavismo: La estocada final fue un Tribunal Supremo que cerró el Congreso.
Los nuevos mejores amigos cobraron cara su colaboración en el proceso de La Habana: nuestro Gobierno tuvo que guardar silencio a los insultos de nuestros ex presidentes, del vice presidente, del propio presidente -al que amenazan cada vez que dice algo-. Tuvimos que quedarnos callados cuando cerraron la frontera y expulsaron a los compatriotas tildándolos de paramilitares. Con la boca cerrada ente los atropellos a la oposición y la democracia. Santos fue esquivo con la oposición venezolana, casi ni recibe a Capriles, hoy inhabilitado para hacer política por lo que le queda de vida útil. Incluso este Gobierno votó a favor del régimen chavista en reuniones de la OEA.
Ojalá haya una salida para este régimen de fracasos sin que ningún otro venezolano sufra las consecuencias, ojalá nuestro Gobierno despierte ante las realidades que vivimos, ojalá Colombia aprenda las lecciones y jamás tome ese nefasto rumbo.
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