“Es mejor alejarse de la candela y arrimarse al monte”
No me refiero a Marlon, enredado con Santrich en negocios de narcotráfico, truculento negociador de coimas con los dineros de la paz y, ahora último, “chivato” al servicio de la DEA, que tiene temblando al exsecretariado y, sobre todo, a su tío Luciano.
A ese tío Luciano me refiero, alias “Iván Márquez”, quien llegó a las negociaciones en 2012 con 66 medidas de aseguramiento, 132 órdenes de captura y 28 condenas, además de circular roja y recompensa de la DEA. Márquez, jefe negociador, invitado de Chávez a Miraflores y huésped permanente de Venezuela. Márquez, segundo al mando después de Timochenko, pero el verdadero poder en las Farc, que aún viven, y también en el partido que sirve de pantalla para el negocio de impunidad, continuidad del narcotráfico, lavado de activos -y de imagen-, que terminó siendo, o mejor, que siempre fue el Acuerdo con las Farc.
En la elección de la Directiva Nacional del partido Farc, Márquez obtuvo la mayor votación y Timochenko logró apenas el quinto lugar, pero, como registró la prensa, “…por respeto y por valor histórico le ratificaron el mando, pero Iván Márquez tiene el sartén por el mango”.
Con ese poder efectivo sobre cuadros de mando y sobre “la guerrillerada”, bien vale preguntarse: ¿Qué se guarda en su trastienda?; ¿Por qué su renuncia al Senado?; ¿Por qué su apoyo al temible Paisa en su decisión extorsiva de abandonar la zona de reincorporación, “hasta tanto no se dé la liberación de Jesús Santrich”?; ¿Por qué su apurada decisión de “instalarse” en Miravalle, Caquetá, “mientras se tienen mayores claridades y certezas sobre lo que sigue”? ¿Por qué su descalificación agresiva del proceso contra Santrich como “infame montaje”, en contravía de la posición de su líder, llamando a la calma y a someterse a la Constitución y las leyes?
Da la impresión de que Marín temiera lo peor y, por ello, prefiere estar cerca del monte que del Capitolio. No son casuales sus declaraciones: “Santrich me dijo: el segundo va a ser usted”. Debe ser porque Santrich sabe que si las pruebas de la DEA contra él son irrefutables, también lo serán contra Marín, mucho más con el ventilador prendido de su sobrino. Además, nadie cree que Santrich se haya embarcado solito en un negocio de ¡10 toneladas de coca!, sin apoyo de su organización o, cuando menos, del sector guerrerista de Márquez, que habla de paz, pero no abandona el tono amenazador y prefiere tener un pie en la disidencia.
A los temores de Marín, y también del Secretariado y de sanguinarios segundones como el Paisa, se suman las valientes exguerrilleras de la Corporación Rosa Blanca, denunciando su propia victimización como menores reclutadas por la fuerza y como objetos sexuales y de aborto por parte de los comandantes, delitos de lesa humanidad que, según el Acuerdo, “No serán objeto de amnistía ni indulto ni de beneficios equivalentes” y, por lo tanto, los mandarían directo a la justicia ordinaria.
¿Qué hay detrás de todo esto? Pues un Acuerdo incumplible. El Gobierno sabía que lo era, por la realidad tozuda de las restricciones fiscales, y a las Farc no les importaba que lo fuera, pues sus objetivos, detrás del discurso revolucionario, eran la impunidad, las prerrogativas políticas y el incumplimiento mismo, a través de la continuidad de sus actividades ilícitas.
Pero no contaban con Estados Unidos ni con el Fiscal Martínez, y hoy, con el fantasma de Rosa Blanca y el rabo de paja del narcotráfico, para qué curules, dirá Márquez. Es mejor alejarse de la candela y arrimarse al monte.
@jflafaurie
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