- Delegación en los alcaldes: dirección correcta
- La debida aplicación de los protocolos
Nada hay de sorpresivo en la decisión tomada por la Alcaldía Mayor de Bogotá y otras entidades municipales del país en producir la apertura de la cuarentena a los sectores de la construcción y manufactura una vez se lleven a cabo los registros y autorizaciones locales a las empresas correspondientes. Tampoco puede ello reputarse, de ningún modo, de pugna entre la Nación y el Distrito Capital, como algunos suelen hacerlo en las redes sociales, para suscitar desencuentros políticos.
Todo lo contrario, en la resolución 498 expedida por el Ministerio de Industria y Comercio quedó establecido, frente a la reactivación económica y laboral de aquellos sectores en medio de la cuarentena, que serían las autoridades de los distritos y municipios las que deben registrar, avalar y controlar, en suma, aplicar los protocolos de bioseguridad y de movilidad decretados por el Gobierno nacional. Y en ese sentido quedaron también encargadas de validar estos procedimientos. De hecho, la norma nacional sostiene que “cada entidad del orden municipal y distrital, en el marco de sus competencias, determinará el proceso de validación del cumplimiento de los protocolos de bioseguridad y de las instrucciones que ellas mismas impartan”.
Como lo ha dicho reiteradamente la alcaldesa capitalina, Claudia López, de tiempo atrás se vienen concertando con el Ejecutivo nacional los protocolos en el sector de la construcción, de manera que muy posiblemente las empresas del ramo podrán registrarse y recibir la autorización de operación más fácilmente, siempre y cuando se sigan a rajatabla, según lo dijimos ayer, los cánones de salud pública para que la epidemia no se salga del relativo control que por el momento tiene en la ciudad.
Es claro, hasta este instante, que Bogotá tiene una afectación virológica de mayores proporciones a otras partes del país y por lo tanto resultaba aconsejable y ciertamente necesario que las autoridades de la Capital, así como de otras grandes ciudades, pudieran tener el margen de maniobra suficiente para sopesar y actuar de acuerdo con las circunstancias del día a día. Mal se hubiera hecho por parte del Presidente de la República de cerrar esa posibilidad cuando, por el contrario, tiene que atender la crisis nacional desde una perspectiva integral, con los factores de tiempo, coordinación y aristas de todo orden que esto conlleva. En efecto, son los alcaldes sus auxiliares de primer orden, como Suprema Autoridad Administrativa, y en manos de ellos está la relación más cercana con las localidades.
Para el caso de la Capital, los epidemiólogos han sostenido que todavía no se ha llegado al pico y que, por lo pronto, apenas se ha venido controlando la curva de la epidemia a partir de la cuarentena y el aislamiento social. De los registros, asimismo, puede inferirse que la infección se ha producido en su mayoría en la población menor de 40 años, pero de la misma forma el impacto letal ha tenido una incidencia superior en el rango de los 65 hacia arriba. Por demás, la afectación del virus es más fuerte en las localidades bogotanas de mayor población.
Proporcionalmente, es probable que Cali esté sufriendo una situación más calamitosa que la Capital en el promedio por cada cien mil habitantes, mientras que en Medellín sucede lo contrario. De tal manera, cada zona tiene sus características, como igual ocurre, por ejemplo, con Barranquilla y así con cada una de las capitales departamentales. En ese orden de ideas, la apertura de la cuarentena a los sectores de la construcción y la manufactura seguramente tendrá tratamiento y velocidades diferentes, dependiendo del lugar.
Por igual, hay otros condicionamientos a tener en cuenta a fin de que los protocolos locales consulten otras variables fundamentales. Verbigracia, el clima. Muy posiblemente, si el invierno se recrudece y arrecian las lluvias habría que utilizar medios de transporte complementarios al Transmilenio y diferentes al de la bicicleta para el traslado de los trabajadores de la construcción, como por ejemplo los buses escolares, so pena de fomentar las enfermedades estacionales y generar un espacio favorable al virus. En la misma medida, si se desborda la curva epidemiológica o se constata que no se ha tenido la disciplina social suficiente para un ejercicio de este tipo entonces tendrían, también, que tomarse otras disposiciones.
El propósito presidencial de buscar un punto de equilibrio entre los ingentes requerimientos de la salud pública y la marcha económica y social del país mantiene pues su curso dentro de los postulados antedichos, como ya se anotó, establecidos en la resolución del Ministerio de Industria y Comercio. En ese sentido, la delegación hecha al respecto por parte del Gobierno nacional en los alcaldes, incluso convenida con ellos mismos, es una disposición en la dirección correcta. La responsabilidad directa ha quedado en sus manos. Como debe ser, guardando todos los cauces institucionales.
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