El presidente Petro no quiere oír. Al momento de escribir esta columna, y después de haber hecho cambios drásticos en su gabinete, aún no hay nadie a cargo del ministerio de Cultura y, tras varios meses, designó gerente en RTVC, las instituciones culturales más importantes del país. Este sí es un verdadero cambio para el sector cultural, pues nunca antes había ocurrido algo así. Desde hace meses el sector le manda mensajes, en todos los tonos y estilos, y por todos los medios; la última solicitud reunió a más de 600 artistas y gestores, pero él no se dio por aludido. El trato displicente que reciben es el mismo que embistió a la maestra Patricia Ariza cuando se enteró, por las noticias, que dejaba de ser ministra.
Este es un sector que surgió de la participación, por eso es tan importante conversar con él. Es heredero directo del movimiento que, en los años 80, clamó por el reconocimiento de la diversidad cultural y logró incluirla como principio fundamental en la Constitución del 91. Este país, con todas sus imperfecciones, fue mejor para todos después de ese momento. Desde finales de los años noventa, cuando se creó el Ministerio de Cultura, miles de artistas, gestores, creadores, cultores, promotores, comunicadores, archivistas, museógrafos y bibliotecarios han ocupado espacios de participación y han tendido una densa red de vasos comunicantes que conectan a los territorios entre sí y con las instituciones culturales. No es poco lo que les debemos, solamente la construcción de la nación.
El diálogo cultural no ha sido fácil, me consta de primera mano. Como funcionaria del Ministerio de Cultura acompañé la formulación participativa del Plan Decenal 2001-2010 que consultó a más de 25.000 personas y luego apoyé la secretaría técnica del Consejo de Medios Ciudadanos y Comunitarios; hace unos pocos años, además, hice parte del Consejo Nacional de Cultura en representación del Sistema Nacional de Archivos. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que el gran logro y el gran orgullo de este sector, a lo largo de estas dos décadas, es haber aprendido a conversar y a construir en medio de las diferencias. Por eso es tan desconcertante que justo este, el presidente del cambio, no escuche; qué desilusión.
Todos los esfuerzos de este movimiento, que reúne a comunidades, grupos, organizaciones, agremiaciones y hasta a los mismos funcionarios y contratistas del Ministerio de Cultura, desembocan en un mismo propósito, que la gestión cultural responda a la diversidad del país y obedezca a políticas de Estado formuladas participativamente, y no al capricho de los gobiernos y ministros de turno. Esto es lo que ha permitido que el sector se fortalezca con el paso del tiempo, a pesar del lugar marginal que la cultura suele ocupar en el gabinete de los presidentes.
Señor presidente, lo que le piden no es tanto; que nombre a personas que conozcan y reconozcan esta historia de diálogo y participación. Ojalá al publicarse esta columna el milagro de la escucha haya ocurrido, es tal vez la única manera de reconstruir esta nación.
@tatianaduplat
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