110 páginas de un proyecto de Reforma Tributaria hacen olvidar por días todas las preocupaciones y medidas de cuidado en salud que socialmente muchos habían implementado en el último año.
Este texto odiado por millones y solo estudiado por escasas centenas, que fue nominado por el Ejecutivo como Ley de Solidaridad Sostenible, seguramente desaparecerá en su esencia en las próximas semanas. Su presentación fue el detonante del descontento social pues de los 23 billones de pesos buscados afanosamente por el gobierno, un 73% de los recursos provendrían de las familias de clase media.
No obstante convivir con el virus, que alcanza un nuevo pico de contagio, o desconocerse el texto completo de la citada reforma, los colombianos han dejado sus refugios para pronunciarse. Miles de nacionales, en cada ciudad, marchan para demostrar su inconformismo con todo. Se protesta por lo nacional, lo regional y hasta local y se considera justa cualquier motivación, porque en el fondo lo que se denota en la calle, en las familias, e incluso en los ambientes laborales es hastío a todo.
Eso debe leerse e interpretarse por cualquier gobernante con máxima preocupación pues se está renegando de todo, refutando cada argumento estatal y contrariando cualquier decisión, económica y/o política que se presente. Se atacaron, en la semana pasada, edificios del gobierno, almacenes de cadena, bancos, tiendas y despensas de barrio, monumentos históricos, como ocurrió en Cali, derribando la estatua de Belalcázar, su fundador .
Las calles hoy tienen protagonistas que día a día están reclamando espacios; jóvenes de barrios populares piden ser escuchados; amas de casa que por sus familias marchan; trabajadores que reclaman aumento de salarios; desempleados pidiendo una oportunidad laboral y los estudiantes exigiendo educación de calidad y gratuita.
Por desgracia entre los reclamantes se mimetizan los vándalos de la misma forma en que lo han logrado en las nóminas de las instituciones del Estado en el último siglo. Es nuestra realidad.
No son liderazgos de izquierda ni de derecha los que han movilizado al país y pueden paralizarlo; son gente movida ahora por redes sociales las que responden aquí estamos. Por eso al final no se manifiestan en pro ni en contra de un sector especifico, atacan a todo el sistema en sí que les ha fallado, que se agotó políticamente porque no logró abrir los espacios a nuevos liderazgos, que fatigó económicamente a la sociedad al gastar más de lo que percibe por impuestos. Y lo peor, que abandonó lo social porque la brecha de desigualdad e inequidad, producto de lo anterior, se amplió.
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