Supracimérica reflexión (II)

Nos referimos, en columna anterior,  a la  supracimérica realidad  de la existencia de Dios, como respuesta a la mente humana, ante la grandiosidad del mundo creado aceptada por el 60% de la humanidad de hoy  llegábamos a otra gran realidad la de Jesucristo, que se presentó como Hijo de Dios,  enviado por el Padre a redimir a la humanidad aceptado así por más del 50% de los humanos, y quien continua la historia iniciada con Abraham, 1850 años antes, Culmina con su pasión, muerte y Resurrección por su propio poder, con Ascensión al cielo y envío del Espíritu Santo. Es la respuesta a la humanidad en su Evangelio a la pregunta sobre el origen del mundo y cuanto sucederá al final de los tiempos, verdad por la cual dio su vida y la dieron sus Doce Apóstoles, treinta y tres Sucesores de S. Pedro en el Pontificado romano, y millares de mártires a través de los siglos. Su venida al mundo y su mensaje, ha ocupado por dos milenios a millares de Maestros de esa fe.  

Lo anterior rubricado por el primero fue perseguidor y luego gran convertido, Saulo de Tarso, quien en el Cap. 15 de su I Carta a los Corintios habla de la fe a la que fue llamado, y todo creyente en Cristo, a proclamarla en Dios y en Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, de quien espera, con plena seguridad su eterna salvación (II Tesa.4 1-8). Es también Juan, el discípulo fiel a Jesús, quien lo presenta en su Evangelio como “el Verbo de Dios hecho hombre” (I, 1-14), quien da testimonio presencial de su muerte (19,35) de su resurrección (20,8), de la veracidad de toda su narración evangélica (21,24), reafirmado todo en tres Epístolas. La Primera de ellas la comienza en forma similar a su Evangelio, reafirmando que de cuanto escribe “es de lo que hemos visto y oído” (1,1), sintiéndose “en comunión con el Padre y el Hijo Jesucristo”. Sobre la victoria final, dice todavía este fiel discípulo, Juan, quien recibe de Dios la gran Revelación contenida en el Apocalipsis, que predice los millares de acontecimientos de la humanidad a lo largo de los siglos, con feliz final para quien crea que Jesús es Dios (5,5). 

En la tierra, tan pequeña parte de la creación, se proclama la existencia de Dios y de su enviado Hijo Salvador, Jesucristo, verdad sentida en la mente y corazón de al menos la mitad de los humanos, pero hay también, centenares de escritos que tratan de borrar de la mente humana esta afirmación. Avanza la ciencia y el conocimiento de las maravillas e inmensidad de la creación, y de allí pretenden borrar el nombre de Dios, pero más bien, a cada paso, se van encontrando argumentos de la “supracimérica” verdad de la existencia de un Creador de infinita grandeza. Tantos han tratado, de borrar el nombre de Jesucristo y del mismo Padre celestial como Juliano “el apóstata”, (331 a 363), pero que, ante la firme perseverancia de los cristianos, no obstante sufrir persecuciones y crueldades, dice, el final de sus días: ¡“Venciste Galileo”!  

 Mientras más avanzan los tiempos, más y más los que sentimos, y con evidencia, las supraciméricas realidades de un “Dios excelso, increado y eterno, principio y fin de todas las cosas”, y de Jesucristo el mismo Dios humanado para salvarnos.  

 *Obispo Emérito de Garzón 

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