Crueldad vergonzante

El animalismo acaba de sufrir otra derrota, esta vez fue la Comisión quinta de la Cámara de Representantes la que se encargó, en tercer debate, de hundir el proyecto de ley mediante el cual se buscaban prohibir progresivamente las corridas de toros y las corralejas, iniciativa liderada por la Senadora Andrea Padilla.

Este mismo espectáculo lo vivimos meses atrás cuando el proyecto con similares aspiraciones del Representante Juan Carlos Losada recibió idéntica suerte en segundo debate. La crueldad animal está en el ADN de la política electoral en algunas regiones del país, no por coincidencia los dos proyectos se hunden en la Cámara.

Este tipo de decisiones no deberían sorprender en democracia, teniendo en cuenta que son los representantes a la Cámara quienes tienen el mandato constitucional de velar por los intereses de la región donde proceden. Para nadie es un secreto que quienes defienden estas prácticas crueles lo hacen porque su éxito político está asociado a los promotores de estos eventos, en otras palabras, necesitan del dolor, el sufrimiento y la crueldad de estos animales para mantenerse vigentes, los votos de la cultura del sacrificio animal por diversión son su savia, tal como lo fue el circo para los emperadores, senadores y cónsules romanos.

La dignidad de los animales involucrados en estos certámenes, tal como están las cosas, depende de acuerdo con la Sentencia C-666 de 2010 de la Corte Constitucional del legislador, es a quien le corresponde decidir si elimina o morigera la crueldad en los espectáculos de rejoneo, coleo, corridas de toros, novilladas, corralejas, becerradas, tientas y riñas de gallos. El Congreso no ha tenido ni tendrá la voluntad de aliviar o eliminar el sufrimiento de estos animales, muy por el contrario, de seguir así las cosas, estamos a poco de presenciar un proyecto que declare algún espectáculo de muerte como patrimonio histórico e inmaterial de la nación y se fije un nuevo puente festivo para celebrarlo.

Los defensores de la crueldad en los espectáculos nos tienen acostumbrados a disfrazarla como cultura, a estas alturas de la historia ya ha corrido suficiente tinta y verborrea para comprender, sin necesidad de entrar en demasiadas profundidades, que en tales espectáculos hay expresiones religiosas, folclóricas, lúdicas, gastronómicas, musicales, vestimentas, y otras, que por sí mismas no merecen ser condenadas al olvido, que en aras de la memoria histórica y del respeto a la diferencia deben protegerse en los estrictos términos que ordena la Constitución; cosa distinta ocurre con la crueldad, que constituye uno de los múltiples aspectos que rodea este tipo de festejos y sobre el cual hay un consenso ético en la sociedad colombiana que exige a la presente generación, como legado a las futuras generaciones, la eliminación de las heridas y muertes en los espectáculos con animales.

Las cartas están jugadas, mientras la crueldad les siga redituando tan altos dividendos electorales a los dirigentes políticos, será defendida y promovida por los clanes políticos en el Congreso sin descanso, así sea de manera vergonzante, sottovoce.

@domingoanimal, luisdomingosim@gmail.com