Las negociaciones de paz deben ser, por definición, discretas. La inobservancia de esta sencilla pero fundamental norma tiene en grave riesgo la buena marcha de las negociaciones con el Eln.
El frenesí inagotable de este gobierno con el Twitter y las permanentes improvisaciones presidenciales en las redes sociales, lo mismo que las apostrofadas públicas de Antonio García, han terminado por envenenar el clima de esta mesa de diálogo que había comenzado sin embargo con buenos auspicios.
Veamos algunos episodios que así lo demuestra:
El 31 de diciembre del año pasado el presidente anuncia jubiloso que ya se había acordado un cese al fuego con el Eln. No era cierto. El grupo alzado en armas se pegó de allí para armar un gran alboroto que obligó al gobierno a dar marcha atrás con algunos retruécanos verbales.
Recientemente se acordó- al finalizar el ciclo de negociaciones de Méjico- que el Estado colombiano le reconocía estatus político al Eln y se solicitó inclusive a España sus buenos oficios para que se excluyera a esa guerrilla de la lista europea de grupos terroristas. Gran satisfacción y profusión de felicitaciones de parte y parte.
Pero poco duró la buena onda. Esta semana el presidente Petro desde Nariño se dejó llevar por su entusiasmo de neo historiador para afirmar sorpresivamente que el actual Eln no tenía fisonomía política y que su condición original se había perdido con el correr del tiempo y con el involucramiento de este grupo en el narcotráfico.
El Eln ni corto ni perezoso volvió a colocar en situación embarazosa al gobierno; se dijo ofendido con las declaraciones presidenciales; y le exigió una rectificación pública a Petro en el sentido de que sí tienen condición de grupo político alzado en armas.
El presidente, como para arreglar algo las cosas, tuvo que salir a rectificar su afirmación anterior y a proponer que se explore un cese al fuego de aplicación geográfica parcial que podría ser el departamento de Nariño.
El Eln, también a través del micrófono, rechaza el cese al fuego con extensión territorial restringida y declara en “crisis” la mesa de negociaciones.
Y ahí vamos: de improntus en improntus; de propuestas inesperadas en rectificaciones melancólicas para matizar lo dicho la víspera. Y mientras tanto la mesa oficial de negociaciones cojea sin poder hacer avances que valgan la pena.
Pero si por los lados del Twitter presidencial las cosas no se calman por los de Antonio García no amainan. Este sigue disparando mensajes cotidianamente desde su cómodo refugio de Venezuela. Pontificando sobre lo humano y lo divino y sustituyendo la vocería discreta que deberían ejercer los delegados del Coce en la mesa de negociadores.
Para no quedarse atrás doña Francia anuncia con gran despliegue en su periplo africano que le ha pedido a Sud África que actúe como garante del proceso. ¿Fue algo que se le ocurrió sobre la marcha a nuestra vicepresidenta? ¿O fue algo concertado de antemano con el Eln, toda vez que los garantes deben ser acordados de común acuerdo entre las partes?
El frenesí mediático no es un buen telón de fondo para este tipo de negociaciones. Los logros y avances no se pueden alcanzar mediante cruces permanentes de trinos. La dialéctica de las mesas negociadoras no está diseñada para que los jefes de quienes negocian se luzcan con propuestas imaginativas e improvisadas sino para avanzar discretamente en la ruta hacia la paz.
Y de cuyos avances y retrocesos se supone que se da cuenta mediante comunicados conjuntos al final de cada ciclo. Y no más.
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