PLANETARIO
¿Absorción o Constituyente? (1)

Cualquier argumento relacionado con la decisión de la Corte sobre el fast track no será más que un eufemismo para las Farc, tan aferradas como están a su visión apocalíptica de la cuestión y del escenario político que se avecina.

Temerosas de que algunos sectores parlamentarios incurran en una versión criolla de filibusterismo, de poco han servido las aclaraciones del propio Gobierno acerca de la inmutabilidad de los acuerdos o el pacto de sangre que las liga a la coalición oficialista en siamesa sincronización con el Eln.

Asimismo, de poco ha servido que el inventario legislativo de alta velocidad les haya garantizado amnistías, justicia especial, circunscripciones y estatuto de oposición,  ya que en su insaciable chantaje a la democracia no pueden admitir que el control exista y que, a pesar de contar con una aplanadora en el Legislativo, las ideas se sometan a un mínimo escrutinio.

De hecho, la ansiedad del Secretariado por integrar y liderar la alianza liberal y de la 'U' con su nuevo movimiento político (el de las leninistas 'Tesis de Abril') para enquistarse cuanto antes en el poder, se exacerba con la determinación de la Corte, empeñada en que, por lo menos, se respete en algo el equilibrio de poderes.

Para decirlo en otros términos, lo que todo esto ha ido mostrando es que, en la práctica, las Farc ya han empezado a padecer el síndrome de la golosina arrebatada, el mismo que paraliza a un niño chico cuando se le retiran algunos de los privilegios de que goza, por insignificantes que sean.

Porque, más allá de que el trámite congresional de la implementación de los acuerdos de La Habana se retrase un poco más de lo previsto, lo que realmente espeluzna a las Farc es que las tendencias ideológicas de la Corte lleguen a coincidir con la creciente ola de indignación nacional que, como van las cosas, podría desembocar en el triunfo de la oposición uribista en las presidenciales del 2018.

En otras palabras, el abatimiento de las Farc es comprensible si a lo anterior se suman las dificultades que también tendrán ahora para instituir un ejército paralelo (¿de dos mil o tres mil hombres?) que, al amparo de la Unidad Nacional de Protección, operaría como el primer anillo de lo que, subrepticiamente, no sería otea cosa que el brazo armado del que todo proyecto estalinista ha de estar dotado.

Continuará.