“El poder es como la ginebra en ayunas. Inmediatamente marea; la altura marea y cuando te mareas decís pavadas, cosas que no están en su sitio", afirmó una vez el sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio cuando aún no era el Papa Francisco y lo acaba de repetir en Vancouver el 27 de abril durante una charla TED en la que llama a los poderosos a ser humildes.
Pero qué vamos a saber de humildad en este país que ya no es del Sagrado Corazón de Jesús. Todos los desmanes se producen precisamente por cuenta del vigoroso “yo puedo” y del petulante “usted no sabe quién soy yo”, patentes de corso para hacer todo lo que uno puede pero no debe.
En inglés el verbo poder tiene matices; por eso existe la diciente expresión “you can, but you may not”, talanquera semántica para evitar hacer todo lo que uno puede hacer: robar, matar, violar, hurtar, birlar, timar, mentir, abusar, usar, expoliar, consumir, traficar, corromper, engañar.
Pero qué muros vamos a tener que nos pongan a salvo de nosotros mismos si la justicia cojea y no llega, el crimen sí paga, a los pillos la historia los absuelve, no existe sanción social, todos se tapan con la misma cobija y de la ética no queda sino el eco de este trabalenguas infantil: “había una vez una gata ética pelética pelín plomplética, pelada peluda pelín plompluda con siete gatitos éticos peléticos pelín plompléticos, pelados peludos pelín plompludos si la gata no fuera ética pelética pelín plomplética, los siete gatitos no serían éticos”.
Los colombianos no vamos a recomponer nunca el rumbo como nación, como pueblo y comunidad esperando milagros de los gobernantes de turno, desechables como todos los poderes, que van y vienen, sino quizás con el pequeño acto cotidiano de abstenernos de ejercer el poder, porque podemos.
Me pregunto qué pasaría si cada uno de nosotros se dijera a sí mismo: no eludo impuestos, porque puedo; no humillo a los débiles, porque puedo; no pido sobornos, porque puedo; no exacerbo los sentidos, porque puedo; no ejerzo el tráfico de influencias, porque puedo; no excluyo al otro, porque puedo; no maltrato, porque puedo.
Quizás renacería la esperanza colectiva.
"Una sola persona es suficiente para que la esperanza exista, y esa persona puedes ser tú. Y entonces habrá otro 'tú' y otro 'tú', y se convertirá en un 'nosotros'. Y cuando hay un 'nosotros', ahí comienza una revolución", dijo el Papa en Canadá.
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