Preocupa mucho aquellos anuncios de respetados organismos internacionales que señalan la posibilidad de vivir otra pandemia de mayores proporciones a la padecida por la humanidad y de la cual aún estamos padeciendo sus efectos. La erosión al capital humano es de magnitudes descomunales, al punto que algunos estudios se atreven a señalar que puede perderse una generación completa.
La población menor fue la más golpeada pues su proceso educativo se vino al traste y en muchos casos pagó los platos rotos de familias destrozadas por múltiples situaciones que no va al caso recordar.
Un reciente estudio denominado Colapso y recuperación: cómo la covid-19 erosionó el capital humano y qué hacer al respecto, analizó datos mundiales de jóvenes menores de 25 años, divididos en tres etapas de la vida: primera infancia, edad escolar y juventud. Los resultados arrojaron información concluyente, como que los estudiantes de hoy día, en su edad adulta, pudieran perder hasta el 10% de sus ingresos futuros por la crisis educativa generada con la pandemia, y el déficit cognitivo en los niños más pequeños podría traducirse en una disminución de cerca del 25% de sus ingresos cuando sean adultos.
Del mismo modo, se calcula que por el confinamiento, el cierre de escuelas, la interrupción de clases y las dificultades para el acceso pleno a la educación, más de mil millones de niños perdieron un año completo de educación presencial y alrededor de 700 millones perdieron año y medio. En Colombia el precario acceso a las tecnologías, en especial, en los establecimientos públicos, tuvo un gran efecto en la formación, redujo el rendimiento académico, y como era de esperarse amplió las brechas educativas, de por sí, ya muy profundas.
En definitiva, la educación es el centro donde debe gravitar la política pública de los países, en especial, los de ingreso bajo. En efecto, si hablamos de educación básica, se estima que el gasto por alumno es de 1080 dólares en países de ingreso medio alto y apenas 53 dólares en los de bajo ingreso. Tal desproporción deja en evidencia la urgente necesidad de encontrar caminos que allanen mejores condiciones para una población con poco futuro, y, para ello, se requiere la solidaridad de las naciones más ricas.
Según el presidente del Banco Mundial, “Los países deben trazar un nuevo rumbo para aumentar las inversiones en capital humano a fin de ayudar a los ciudadanos a ser más resilientes ante las amenazas superpuestas de las crisis sanitarias, los conflictos, el crecimiento lento y el cambio climático, y a sentar bases sólidas para un crecimiento más rápido e inclusivo”.
No podemos olvidar que lo jóvenes que actualmente tiene menos de 25 años, harán parte del 90% de la población económicamente activa y en edad productiva para el año 2050. Es urgente llevar a cabo acciones que permitan revertir el incierto futuro que se avizora para gran parte de la juventud del planeta, pues, no solo está en riesgo una. Podrían ser varias las generaciones que se malogren.
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