Al finalizar su libro “Tiempos Modernos”, el historiador Paul Jhonson concluye que la declinación del sentido de la responsabilidad personal se constituyó en uno de los males subyacentes a los fracasos del siglo XX. Y en Colombia, ya bien entrado el siglo XXI no solo seguimos sin aplicarle correctivos a dicho mal, sino que hemos permitido que se extienda a la ausencia del sentido de la responsabilidad política en los funcionarios públicos, incluyendo al presidente de la República.
Desde agosto de 2018, la responsabilidad o culpa de la debacle en que se ha venido hundiendo el país hasta llegar al atascamiento en un paro -con protestas pacíficas y violentas- de más de cuarenta días, ha sido de todo el mundo, menos del actual Jefe de Estado y su gabinete. De hecho, a lo largo de los últimos tres años la responsabilidad del desastre ha recaído en el anterior gobierno, en la JEP, en la inmigración venezolana, en el derrumbe de los precios del petróleo, en las disidencias y reincidencias de las Farc, en el Eln, en la pandemia, en el comité del paro que no ha querido negociar desde aquel 21 de noviembre de 2019, en los corresponsales extranjeros y hasta en conspiraciones transnacionales.
Y lo anterior sin mencionar a otro responsable clave: el avezado candidato a quien el candidato del “presidente eterno” derrotó en las últimas elecciones presidenciales, tal y como lo insinuó el propio mandatario en reciente video grabado en un impecable inglés.
En fin, todos son culpables o responsables, menos el gobernante, sus colaboradores o su jefe. Y claro está, sin reconocer el problema, no se logran encontrar soluciones, salvo la renuncia del Presidente al cargo, como últimamente lo han pedido no propiamente miembros de la oposición.
Ahora bien, si el sentido de la responsabilidad personal y política del presidente Duque y su gabinete brilla por su ausencia, el de los dirigentes del paro no es que sea mucho mejor. Después de cinco semanas no pueden seguir creyendo que a punta de condiciones inflexibles -expresadas, a veces, en un lenguaje que de entrada cierra la posibilidad de arribar a puntos de encuentro- van a cobrarle al gobierno el no escucharlos en su momento y luego avanzar en alguna dirección.
Si lo que pretendían con los bloqueos era llamar la atención, ese objetivo ya se logró. Sería entonces una demostración de responsabilidad política con el país, mostrar sin ambages la desaprobación a los bloqueos en vez de “desescalarlos”. Al fin y al cabo, ya lograron la atención de organismos internacionales, empezando por la ONU, y ya las movilizaciones fueron registradas por los principales medios de Europa y Estados Unidos.
Así las cosas, es hora de pasar a exigencias más aterrizadas, que permitan avanzar en una negociación pronta y eficaz que incida en el ánimo de los jóvenes, quienes con la activación política que han experimentado, no cejaran en estar vigilantes a la solución de problemas más de fondo insolubles en el corto plazo.
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