El clamor de las marchas

 

*Gobierno perdió monopolio de las calles

*Multitudinarias manifestaciones en todo el país

 

Es muy posible que el Gobierno prefiera desoír el mensaje que ayer mandaron las multitudinarias marchas en distintas ciudades del país y mantenerse en la infecunda polarización que lo caracteriza, incapaz de ver la política por cualquier foco diferente al del divisionismo y la irritabilidad. En todo caso, fueron marchas que se desarrollaron en completa calma y orden, sin asomo alguno de vandalismo ni ataques a la Fuerza Pública, como sí ocurrió en las impulsadas por las toldas gobiernistas el pasado 7 de junio, que generaron alteraciones, sobre todo en algunos campus universitarios. Y que, desde luego, también fueron muy diferentes a las manifestaciones anarquizantes que intentaron llevar a pique al gobierno anterior y que, a diferencia de entonces, pueden calificarse claramente de protesta social, sin mediación de ningún tipo de violencia y dentro de los más estrictos cánones democráticos.

El tono de los reclamos y solicitudes de muchos de los que ayer marcharon se dirigió a exigir de la Casa de Nariño una corrección del rumbo gubernamental, un cambio de estilo y la exigencia de claridad sobre los escándalos imperantes. También muchas de las expresiones y pancartas enfatizaban en la necesidad de ajustar el contenido de las reformas laboral, pensional y de salud, advirtiendo sobre los articulados que hoy cursan en el Congreso. No podría decirse que eran marchas contra las reformas, sino que se hacía énfasis en la conducta terca del gobierno de no someterlas a la concertación y el consenso, y al contrario casi que mantenerlas de justificación para sacar réditos populistas antes que darles viabilidad y lograr puntos de encuentro con el fin de dar una salida mancomunada. Tampoco hubo, como trataron infructuosamente de mostrarlo algunos sectores radicales de izquierda, una postura contra la llamada política de paz, sino una alerta general en torno a que las ventanas de diálogo y negociación no deben llevar a frenar el accionar de la Fuerza Pública y dejar expósita a la población al proceder demencial y violento de las neo Farc, el Eln, las bandas criminales de alto espectro, así como otros focos de delincuencia común y organizada.

Otro de los temas más recurrentes en los manifestantes de ayer fue contra la inflación y lo relativo al aumento en el precio de la gasolina, mientras que resultó evidente el apoyo a la libertad de prensa. Y, como se dijo, se exigió del Ejecutivo respuestas claras y contundentes frente a los escándalos en curso.

Igual de importante es que muchos de los marchantes ayer recalcaron que el presidente de la República es de todos los colombianos y no solo de su parcialidad política. Por el contrario, el coro popular este martes se enfocó en recalcar que la Constitución obliga a gobernar para todos los colombianos, por lo cual es necesario tener en cuenta las diferentes voces del espectro político y las fuerzas representadas en el Congreso, así como las demás expresiones civiles.

Visto lo anterior, el reclamo hecho al jefe de Estado es el de escuchar a todos los colombianos, en vez de enconcharse en un radicalismo que no ha tenido efectividad alguna ni siquiera en las encuestas, en las que por descontado el mismo gobierno va en picada. Se lo han dicho desde las mismas calles a las que el primer mandatario había acudido para pedir apoyos a sus políticas, desde donde ahora le urgen y exigen un cambio sustancial en su manera de enfocar las apremiantes necesidades del país que se pierden en la barahúnda de la retórica, los trinos, el escándalo y la politiquería. El presidente, tan dado a recalcar a cada tanto que hay un mandato electoral como si este fuera estático y sin escrutinio posterior por el modo de gobernar, no puede desconocer la movilización popular que ayer se manifestó en su contra y le pidió corregir el rumbo por el que está llevando al país. Y que, por su parte, también ha concitado a muchos de los desencantados con su gobierno.

La calle, pues, ya no es de un exclusivo monopolio gubernamental como lo pretendió Petro en un principio, de hecho, con una convocatoria bastante inferior a la que cada día está adquiriendo más volumen cuando se trata de llamar la atención sobre sus errores garrafales. Porque la crisis constante del gobierno no se debe siquiera a la oposición ni mucho menos a ningún fantasioso “golpe blando”, sino a la desarticulación y falta de rumbo gubernamental. Y eso fue, ante todo, lo que ayer quedó perfectamente claro de las manifestaciones frente a todos los ojos, nacionales e internacionales.