Ya decíamos que los hechos en torno de la Casa de Nariño son más graves de lo que se creía. Las dudas sobre la muerte del coronel Dávila siguen, pese a confirmarse que fue un suicidio. Ahora viene la revista Semana con la bomba mayúscula de que el dinero robado en la casa de Laura Sarabia asciende al monto de 3.000 millones de pesos encaletados en cinco maletas y que pertenecían ni más ni menos que a Gustavo Petro Urrego.
Obviamente, se trata de dineros mal habidos, como esos del video en que Petro aparece guardando fajos de billetes en bolsas plásticas. No de otra manera podría explicarse la reacción del presidente, quien ha solicitado a los Gilinsky, dueños de la revista Semana, despedir a su directora Vicky Dávila, lo cual niegan que sea cierto. Sin embargo, la última tapa de la revista, dedicada a una insulsa entrevista con un futbolista venido a menos, despierta suspicacias.
Hay muchas maneras de presionar a la prensa. El grupo Gilinsky tendría pendiente la resolución de tres superintendencias, controladas directamente por Petro, para finiquitar los acuerdos a los que ha llegado con el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) para quedarse con el grupo de alimentos Nutresa y dejarle al GEA el control de sus otros dos conglomerados, como son Argos y Suramericana. Lo que está en juego es una suma de alrededor de 2.500 millones de dólares que los Gilinsky no se pueden dar el lujo de perder. Eso es más que suficiente para callar a cualquier medio.
Ya Petro se ha caracterizado por sus ataques a la prensa desde su cuenta de Twitter, lo que ha sido ampliamente criticado por la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), que reiterativamente le ha solicitado respeto por la actividad periodística. Pero a un sátrapa decidido a instaurar un Estado totalitario no le sirve que haya medios dispuestos a publicar denuncias en su contra, y mucho menos a soltar primicias de grueso calibre.
Lamentablemente, aunque los medios en general han tenido posiciones críticas frente a este gobierno, tal vez solo Semana, entre la gran prensa, se ha atrevido a hacer acusaciones verdaderamente delicadas, y cuesta trabajo creer que semejantes confidencias no les han llegado a los demás. Es entendible que en esto prime la ideología, y que columnistas como el sibilino Daniel Coronel, o de extrema izquierda como la señora Duzán, pidan la cabeza de su colega Dávila, y hasta se candidaticen para remplazarla, pero es muy triste que la información sea coartada por intereses monetarios.
No hay duda de que la elección de Petro fue fraudulenta. Ya se sabía acerca de la violación de los topes electorales cuando Benedetti agregó lo de los 15.000 millones, que terminaron comprando votos en el Pacífico. Por eso hay municipios donde Petro ganó con el 90%, lo que de por sí no es creíble. Y hay grandes sospechas de que la Registraduría usó un software de la española Indra favorable a Petro. Nótese que al registrador le acaban de subir el sueldo de 18 millones de pesos mensuales a 37,8 millones mensuales, igual que el de los congresistas. Se lo duplicaron con base en una extraña interpretación de una ley que más parece el pago de un favor.
La presidencia de Petro tiene orígenes espurios, pero sus propósitos son peores, basta saber que añora el muro de Berlín. Este señor no es digno de ser presidente. Y las multitudinarias marchas del martes, en todo el país, pueden marcar el principio de su fin.
@SaulHernandezB
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