PÁGINAS
¿Acuerdo legislativo o fracaso revolucionario?

Las marchas de protesta han sido de gran trascendencia en la política de América Latina. Hay dos gobiernos de izquierda, Chile y Colombia, que se deben a los estallidos sociales del 2019/20. Pero, también es cierto que las respuestas de la derecha no se han hecho esperar a los pocos meses de instalarse los mandatos de Boric y Petro.

La respuesta surge del fracaso de los populismos que han conducido a la pobreza de los pueblos y a dictadores ominosos. Después de más de medio siglo los cubanos no han podido conocer el progreso ni el sol de la libertad.

Nunca ha sido fácil la convivencia entre el Capital y la Democracia. El abuso del primero dio lugar al neoliberalismo insensible y el democratismo condujo al populismo.  La economía política de la ciudadanía representa un intento de reconciliación de esas dos visiones”, ha dicho Sanders. Se ha ido imponiendo el pragmatismo. Ya a los gobiernos no se les juzga por su ideología sino por su capacidad de resolver los problemas de la gente. Desde China se advirtió hace décadas que no es relevante el color de gatos.
Es evidente que el populismo con distribución aparente y sin crecimiento retrotrae a los pobres a situaciones peores  de las que se tratan de evitar. Por eso el campanazo del decrecimiento de abril y la caída imparable de la venta de las VIS son pruebas de lo errado de las aventuras ideológicas del actual gobierno.

Alguna ventana se abrió por la masiva presencia de los colombianos en las marchas del 20 de junio pasado. Llenas de frescura y seriedad fueron como un canto del pueblo al aire libre.

La llamada a sesiones extraordinarias del Congreso por solo dos días y sin incluir las reformas de salud y pensiones, permiten entrever la posibilidad de un dialogo creativo con los partidos independientes y de oposición. Es el camino hacia un Acuerdo Legislativo que no implique participación en el gobierno.

Resulta inusual la situación política colombiana: mientras el presidente Petro, con monotonía argumental, se enfrente a las colectividades mencionadas, a los empresarios y a los medios; los medios, los empresarios y los partidos quieren que al gobierno de izquierda le vaya bien.

Colombia necesita que le vaya bien al gobierno Petro. Al fin al cabo, es un mandato al que le faltan más de tres años. Y desde la democracia no se intentará cortarlo. Solo de los labios de la izquierda se habla de “golpe blando” o duro. Al presidente le toca escoger entre ser el gran reformista colombiano del siglo XXI o quedar en el triste listado de revolucionarios fracasados.

No son poco los politólogos que critican nuestro presidencialismo, por la inelasticidad del “gobierno a término fijo”. No se puede desconocer que se presentan algunas dificultades como la de un largo gobierno impopular, por ejemplo. Pero las debilidades del presidencialismo son poca cosa ante la estabilidad que ha proporcionado nuestro sistema representativo del gobierno.

Finalmente, apropósito de las protestas de los años anteriores, la Relatoría de la CIDH, tan cerca a los afectos presidenciales, consigno: “los Estados tienen la obligación de gestionar la conflictividad social - que se aprecia en las manifestaciones - desde la perspectiva del dialogo”.

P.S.: ¿ Son vinculantes las emocionantes asambleas populares del 20 de junio?